lunes, 23 de enero de 2012

A CONCERTAR EN LA DIVERSIDAD.


A CONCERTAR EN LA DIVERSIDAD. 

Confieso que en las ciencias políticas el concepto de “gobernabilidad” siempre me ha provocado alarma, sobre todo al reconocer que me parece rimbombante.  Luego,  las definiciones proporcionadas en torno a él, si es que las hay,  carecen de profundidad y de dirección ética.  
Las definiciones sobre gobernabilidad a  veces resultan  engañosas, al mismo tiempo que desorientan y esconden cierta tendencia a favor del “eficientismo tecnocrático”, el cual niega, la protesta o la crítica racional, el diálogo pluralista y la conjunción de las tesis contrapuestas (o de “las distintas verdades”) , que a mi juicio, constituyen  los fundamentos de la concertación, pero sin menoscabo de la verdad de las minorías, las que al final se transforman en los agentes del cambio.
La aparición de un Él (cesarista), o bien de un “Ellos” (elitista), como los rectores de las decisiones y responsabilidades  de “la sociedad gobernable”,  comporta un riesgo inminente, por cuanto tales sujetos, tienden  a subordinar o colocar en situación de “obediencia” al “Todos”, cuyos intereses, además de fraccionados, difieren sustancialmente en los múltiples contextos con  “los de Él” o “los de Ellos”.
Por eso aquí podemos estar hablando que “esa tal pretensión” de alcanzar  gobernabilidad llega a ser escasamente bienintencionada, dado que en el fondo, quienes la proclaman andan en la búsqueda “de concentrar poder”, estadio previo del totalitarismo. 
Siendo así, tal postulado de “la gobernabilidad”  puede quedar en deuda con la sociedad democrática abierta, cuyas propiedades en ésta última, son el disenso y después la consecución del  arreglo,  en el curso inagotable del conflicto de intereses, inherente “al Todos”.                   
El ideal de la concertación supera en contenido filosófico y político al concepto de la gobernabilidad.  Cabe repasar el proceso de la concertación nacional, convocado por  el Presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, una oportunidad desperdiciada en aquel momento  por los distintos sectores sociales y políticos costarricenses, que probablemente desatendieron el espíritu y la dinámica de dicha iniciativa gubernamental.
De haber llegado dicho proceso a  su concreción, gestor a la vez de una moderna cultura democrática basada en la plena concertación y el examen de la realidad nacional, tanto el Estado como la sociedad civil  ya hubieran podido secundarse mutuamente,  en lo concerniente a superar las diferencias ideológicas, así como  las limitaciones estructurales de carácter político, social y económico,  cuya solución reside en “el Todos”.  Es el “Todos”  que antagoniza con “el tipo de  (in) gobernabilidad que sugieren los Iluminados y los dueños del saber”.        
Ronald Obaldía González (opinión personal)
 

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