lunes, 16 de enero de 2012

Doña Vitalia Hernández de Amador, una mujer extraordinaria.

Doña Vitalia Hernández de Amador, tan nuestra, pero tan nuestra: jovial, humilde, sincera y aferrada a la vida, su familia eran todos los seres humanos, en especial su querido Zapote. Dios la llamó esta madrugada, en medio de un cielo así tan despejado, para que pueda entrar a sus anchas a la Casa del Creador; a quién amó y complació, ya que el sentido de su vida solo era hacer el bien a sus semejantes. Su espíritu era servir, sin mirar a quién. Tengo la convicción que en este valor se sobrepasó de los límites, ¡qué mujer más incansable! Con sus obras dió cátedra de ciudadanía y de cívica. Decía el filósofo Constantino Lascaris que en Costa Rica "había un matriarcado", qué manifestación más cierta, pues Doña Vitalia era bastante directiva, ya fuera con sus siete hijos honorables, lo mismo que en guiar a su marido. Y no faltaba que en algún momento "le jalara las orejas" a cualquier mal portado de este país, no importaba quién fuera. Falta que hacen en estos tiempos personas de tales virtudes, que sepan caminar en verdad y hacerle honor a las palabras. Era tal su fortaleza y aceptación amorosa que pudo sobrellevar con espíritu cristiano la pérdida prematura de su hijo Jorge Isaac, un joven brillante. Quizás vino a ser la gran prueba de esta mujer, cuyo dolor estuvo lejos de doblegarla; por el contrario, su respuesta ante la vida consistió en seguir aportando a la civilización del amor y de la caridad. Qué suerte tuve de compartir días preciosos con Doña Vitalia. El Cielo abriga a partir de hoy a una gran huesped.
Ronald Obaldía González.

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