domingo, 16 de septiembre de 2012

CREANDO VALOR A TRAVÉS DE LA POLÍTICA EXTERIOR.

CREANDO VALOR A TRAVÉS DE LA POLÍTICA EXTERIOR.

A causa del alto nivel de complicación e incertidumbre, en las últimas dos décadas han cobrado real trascendencia determinados eventos, los cuales han ido captando la atención de las agendas nacionales, sobre todo, por la inherencia e impacto de algunos de ellos en el desarrollo social, económico, cultural, incluida la seguridad nacional.

En el caso particular de Costa Rica, a inicios de la década de 1990 cuando se transforma en una nación receptora de inmigrantes centroamericanos, el Estado estaba desprovisto de políticas y herramientas, a efecto de responder a la realidad de las nuevas corrientes migratorias, incluidos los miles de refugiados suramericanos, que vinieron acá a  rehacer sus vidas.

Al percatarse la sociedad costarricense de la sensibilidad del fenómeno migratorio, y para que ello evitara transformarse en fuente de tensión, tanto el sistema jurídico, como el mercado y el aparato productivo demostraron elasticidad y eficacia, tal que si hubo algún asomo de disfuncionalidad, tales agentes consiguieron neutralizarlo, al cabo que es innegable que los flujos migratorios llega a ser visualizado en factor de desarrollo y enriquecimiento demográfico y cultural. 

A todo ello,   hay que abonarle mérito a la política exterior de este país,  que llamó la atención a las naciones emisoras de personas y las organizaciones internacionales,  acerca de la necesidad de trabajar bajo el principio de responsabilidades compartidas  frente a tal complejidad, a pesar de que al final el peso mayúsculo de las soluciones ha recaído en la sociedad costarricense, ahora con una moderna Ley de migración y extranjería (puesta en funcionamiento por el competente personal técnico y de apoyo de la Dirección General costarricense  de Migración y Extranjería),   por cuanto la indiferencia por las emigraciones de sus ciudadanos, viene a ser una política bien arraigada de los gobiernos nicaragüenses, especialmente.

Adjunto a las migraciones, en esa misma época comenzó a cobrar relieve la cuestión del desarrollo fronterizo.  Sobre dicha materia había en aquel entonces un conocimiento parcial, dominado  por la geografía física y sus apéndices: la topografía y la geodesia. 

Las fronteras eran apenas las líneas coordenadas que el mapa nacional describía en el norte y el sur del territorio.  Con el correr del tiempo, tal  ligereza fue modificada sustancialmente por la Cancillería costarricense. Dicho sea verdad, en la elaboración del nuevo concepto, imbuido de componentes de política exterior, sociología, geografía humana y del derecho internacional, hubo funcionarios que sentaron bases innovadoras, entre las que se destacan el Canciller Fernando Naranjo Villalobos,  los Embajadores Melvin Sáenz Biolley, Rodrigo Carreras, Luis Guillermo Solís Rivera, Javier Sancho,  José Joaquín Chaverri, así como el exdiplomático Luis Aguilar Calvo.    

Frente a la agresión militar contra el territorio costarricense por parte de la soldadesca pseudo-sandinista, esta materia de los límites y fronteras  hubo de saltar, súbitamente,  a las esferas de la seguridad nacional,  en tanto que  los abogados costarricenses,  Arnoldo Brenes y Sergio Ugalde, dos profesionales sobresalientes de la Cancillería, han venido ocupándose con alto sentido patriótico.

Y tal como lo dijera acertadamente el Canciller Enrique Castillo, usando otras palabras más sensatas que las del autor de este artículo;  en dicha cuestión de la protección y el resguardo de nuestras fronteras, lo cual le compete a la Cancillería, particularmente en el norte, descansa la defensa  de la soberanía y dignidad nacional, así como la continuidad del sistema democrático, que, a mi criterio,  representa un desvelo y estorbo para la dictadura nicaragüense, como también lo fue en tiempos de la tiranía somocista. 

En otro orden, admítanme, enseguida, proponer al nivel de  supuesto que las complejidades del medio ambiente, cuyo énfasis consistía en la preservación y la sostenibilidad, en el ámbito del estudio y la aplicación las viene  acaparando hoy la existente incertidumbre y las profundas preocupaciones, relacionadas con los riesgos del cambio climático global;  ya comprobado como uno de los principales detonantes de los múltiples  desastres y catástrofes, los cuales arrojan pérdidas de miles de vidas humanas y daños materiales significativos. Ignoro si el cambio climático tendrá también algún nexo con la activación de las fallas tectónicas y “los peligros geológicos”.    

Hago esta última mención, dado que en el Primer Decenio de las Naciones Unidas en materia de Desastres (1991),  se concebía de manera aislada el origen y consecuencias de tales fenómenos; en aquella ocasión  se prescindía del deterioro y variaciones de los sistemas ecológicos en las regiones del planeta, como factor determinante de la aparición de los eventos, por sí mismos, generadores de  grandes pérdidas,  retrocesos e inseguridad económica.  

Afortunadamente, en Costa Rica se tiene a la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), cuya labor supera dichas concepciones  tradicionales, a cambio de la introducción de literatura científica y metodologías aplicadas, fundamentadas en la gestión integral del riesgo, todo lo cual pone énfasis en la prevención y educación, en los mandatos del Código sísmico nacional,  el mejoramiento del diseño estructural de las obras civiles,  el ordenamiento territorial, la reducción de la vulnerabilidad social (Sergio Mora y Guillermo Alvarado, 2012), entre otras asignaturas. 

No sobra señalar que en materia de atención de desastres, la Cancillería costarricense también ha dado pasos interesantes al aprobar, junto con la Comisión Nacional de Emergencias, la segunda versión del Manual de procedimientos para el servicio interno y exterior en situaciones de emergencias y tragedias, específicamente en lo referido a la canalización (en doble vía) de la cooperación y asistencia internacional.  

Ha sido positivo que la Cancillería continúe participando, desde su ámbito de competencia, en lo que respecta a la atención de los desastres, puesto que el personal de la sede interna, las embajadas, los consulados y las misiones ante los organismos internacionales, han de llegar a ser un firme bastión de la Comisión Nacional de Emergencias, en lo tocante a la promoción de los objetivos e  intereses nacionales en esta materia, dado que al nivel internacional se ponen de manifiesto, tanto las  cooperaciones solidarias, como las  responsabilidades compartidas y diferenciadas, por lo que en todo ello hay negociaciones (y realismo) político.

Finalmente, citemos otro hecho que bien lo expone don José María Figueres Olsen en su artículo “Sabiduría colectiva de los costarricenses”:  que la nuestra es una nación  con potencial “verde y azul:  51.000 kilómetros cuadrados en el continente y 590.000 en el mar”.  En concordancia con lo anterior, cabe reconocer el mérito de las autoridades del Ministerio costarricense de Ambiente y Energía (MINAET) de acordar en estos días la figura del Viceministro  de los asuntos marinos. 

Al igual que en las otras disciplinas, el mar como área de trabajo del Estado nos invita a llevar a cabo esfuerzos conjuntos, porque es demasiado lo que se puede conquistar con la gestión inteligente y responsable de los recursos de sus dos océanos, en la vía costarricense para alcanzar mayor  prosperidad.   

Ronald Obaldía González (Opinión personal)



      



     

2 comentarios:

  1. Lourdes Montero Gómez


    Excelente artículo para ilustrarnos sobre las cosas buenas que se hacen en nuestro paìs, ante los acontecimientos de nuestros países vecinos que no nos son ajenos, a los costarricenses y que hemos tenido que asumir con los inmigrantes y otros aspectos en la seguridad donde se pueden mosrtar avances importantes.

    Gracias, don Ronald.

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  2. C.M. Echeverría
    16 sep (hace 3 días)

    Lástima que no apuntaste como las fronteras se convierten en polos de desarrollo

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