TRANSFORMACIÓN DE ZAPOTE Y LA CREACIÓN DEL LICEO RODRIGO FACIO BRENES.
De las interrogantes que me he formulado en este tiempo en que he compartido comentarios con los queridos compañeros egresados, una de éstas tiene estrecha relación con la sólida y eficaz organización de base comunal que distinguió al distrito zapoteño. Todo lo cual dio origen al nacimiento del Liceo Rodrigo Facio Brenes, mientras que otras comunidades adyacentes, con mayor territorio, población, incluso infraestructura, que Zapote, esperaron varios años para contar con una institución de enseñanza secundaria.
Con el historiador costarricense Raúl Arias Sánchez, por cierto, casado con una dama zapoteña, he venido elaborando supuestos sobre este hecho particular. Éstos bien podrían ser objeto de una posterior investigación y de análisis profundo, a fin de encontrar respuestas, que se aproximen a la realidad de esa década creativa y pujante de 1960. La cual vino a transformar radicalmente el paisaje casi rural de esta comunidad josefina, así como de aquellos vecindarios que, por razones familiares e interculturales, fueron formando una zona geográfica, física y humana, integrada aún más a consecuencia de la fundación de nuestro colegio.
Nuestros supuestos se fundamentan en las grandes posesiones de tierras de Don Rafael Quesada Durán, quien era un laborioso campesino, asentado en Zapote, quien llegó a extender sus dominios territoriales hasta Barrio Luján, Barrio Córdoba, San Francisco de Dos Ríos, San Pedro de Montes de Oca, en cuenta Curridabat.
La vida de Quesada Durán transcurrió entre las últimas décadas del Siglo XlX y mediados del Siglo XX. Tuvo cinco hijos. Su casa de habitación de estilo victoriano y solariego, ubicada todavía al frente de la Escuela Napoleón Quesada, llegó a reflejar la influencia y la riqueza de un gamonal, cuyo capital crecía al amparo del cultivo y producción del café, la actividad de mayor generación de empleo por esas épocas.
Por cierto, una de las barriadas del distrito es denominada con sus apellidos. Asimismo, bastantes descendientes de Don Rafael continúan residiendo en Zapote.
Paulatinamente, este finquero se fue deshaciendo de sus tierras. El Estado se iba convirtiendo en el principal comprador de ellas, en especial, el Gobierno del Doctor Rafael Ángel Calderón Guardia (1940 – 1944), con las cuales se crearon nuevos asentamientos urbanos, entre los que cabe destacar la actual Ciudadela de Zapote y la Ciudadela Calderón Muñoz, entre otros, que se originaron inmediatamente después.
A diferencia de las comunidades como Curridabat, San Pedro y en el mismo San Francisco de Dos Ríos, donde sobrevivieron fincas de grandes extensiones de tierra, propiedad de poderosos cafetaleros nacionales, que compartían espacio con los minifundios, destinados a viviendas; en Zapote, Barrio Luján, Barrio Córdoba y Barrio Pinto eran los minifundios el denominador común, razón por la cual se estimularon las nuevas corrientes de inmigrantes internas.
Esta gente contribuyó a acrecentar las barriadas y a fortalecer la cohesión social, comenzó a relacionarse e integrarse con las familias oriundas, descendientes también de la gente de Cartago, la cual colonizó San José y el occidente del Valle Central, a inicios del Siglo XVlll.
Rafael Quesada Durán se dedicó a vender pequeñas parcelas, es decir, minifundios, orientados a viviendas. Su conducta empresarial contribuyó a incrementar la cantidad de habitantes, quienes, todos juntos, comenzaron un proceso de identificación y solución de necesidades modernas, vinculadas con el mejoramiento de la educación, la salud y la infraestructura comunal, entre otros servicios.
Entre más minifundios había en determinadas localidades de San José a mediados de la década de 1940, mayor era en ellas la recepción de las inmigraciones de gente, provenientes de diferentes regiones del país, y la cohesión social era lo suficientemente rápida.
Al mismo tiempo, se desarrollaba en tales colonias josefinas, que atraían inmigración, una mayúscula y renovada integración y constructiva convivencia psicosocial, en comparación con las zonas donde menos había minifundios.
Por eso, en Zapote, dominado por fincas de reducida extensión (o minifundios), llegó a activarse una vigorosa cultura e identidad comunalista entre 1950 y 1985, plenamente ligada con los objetivos de alcanzar desarrollo y prosperidad en su hábitat humano.
En conclusión, este es nuestro humilde supuesto; gracias a tales integraciones y cooperaciones culturales nació el Liceo Rodrigo Facio Brenes, de las grandes instituciones educativas del país.
Ronald Obaldía González.
De las interrogantes que me he formulado en este tiempo en que he compartido comentarios con los queridos compañeros egresados, una de éstas tiene estrecha relación con la sólida y eficaz organización de base comunal que distinguió al distrito zapoteño. Todo lo cual dio origen al nacimiento del Liceo Rodrigo Facio Brenes, mientras que otras comunidades adyacentes, con mayor territorio, población, incluso infraestructura, que Zapote, esperaron varios años para contar con una institución de enseñanza secundaria.
Con el historiador costarricense Raúl Arias Sánchez, por cierto, casado con una dama zapoteña, he venido elaborando supuestos sobre este hecho particular. Éstos bien podrían ser objeto de una posterior investigación y de análisis profundo, a fin de encontrar respuestas, que se aproximen a la realidad de esa década creativa y pujante de 1960. La cual vino a transformar radicalmente el paisaje casi rural de esta comunidad josefina, así como de aquellos vecindarios que, por razones familiares e interculturales, fueron formando una zona geográfica, física y humana, integrada aún más a consecuencia de la fundación de nuestro colegio.
Nuestros supuestos se fundamentan en las grandes posesiones de tierras de Don Rafael Quesada Durán, quien era un laborioso campesino, asentado en Zapote, quien llegó a extender sus dominios territoriales hasta Barrio Luján, Barrio Córdoba, San Francisco de Dos Ríos, San Pedro de Montes de Oca, en cuenta Curridabat.
La vida de Quesada Durán transcurrió entre las últimas décadas del Siglo XlX y mediados del Siglo XX. Tuvo cinco hijos. Su casa de habitación de estilo victoriano y solariego, ubicada todavía al frente de la Escuela Napoleón Quesada, llegó a reflejar la influencia y la riqueza de un gamonal, cuyo capital crecía al amparo del cultivo y producción del café, la actividad de mayor generación de empleo por esas épocas.
Por cierto, una de las barriadas del distrito es denominada con sus apellidos. Asimismo, bastantes descendientes de Don Rafael continúan residiendo en Zapote.
Paulatinamente, este finquero se fue deshaciendo de sus tierras. El Estado se iba convirtiendo en el principal comprador de ellas, en especial, el Gobierno del Doctor Rafael Ángel Calderón Guardia (1940 – 1944), con las cuales se crearon nuevos asentamientos urbanos, entre los que cabe destacar la actual Ciudadela de Zapote y la Ciudadela Calderón Muñoz, entre otros, que se originaron inmediatamente después.
A diferencia de las comunidades como Curridabat, San Pedro y en el mismo San Francisco de Dos Ríos, donde sobrevivieron fincas de grandes extensiones de tierra, propiedad de poderosos cafetaleros nacionales, que compartían espacio con los minifundios, destinados a viviendas; en Zapote, Barrio Luján, Barrio Córdoba y Barrio Pinto eran los minifundios el denominador común, razón por la cual se estimularon las nuevas corrientes de inmigrantes internas.
Esta gente contribuyó a acrecentar las barriadas y a fortalecer la cohesión social, comenzó a relacionarse e integrarse con las familias oriundas, descendientes también de la gente de Cartago, la cual colonizó San José y el occidente del Valle Central, a inicios del Siglo XVlll.
Rafael Quesada Durán se dedicó a vender pequeñas parcelas, es decir, minifundios, orientados a viviendas. Su conducta empresarial contribuyó a incrementar la cantidad de habitantes, quienes, todos juntos, comenzaron un proceso de identificación y solución de necesidades modernas, vinculadas con el mejoramiento de la educación, la salud y la infraestructura comunal, entre otros servicios.
Entre más minifundios había en determinadas localidades de San José a mediados de la década de 1940, mayor era en ellas la recepción de las inmigraciones de gente, provenientes de diferentes regiones del país, y la cohesión social era lo suficientemente rápida.
Al mismo tiempo, se desarrollaba en tales colonias josefinas, que atraían inmigración, una mayúscula y renovada integración y constructiva convivencia psicosocial, en comparación con las zonas donde menos había minifundios.
Por eso, en Zapote, dominado por fincas de reducida extensión (o minifundios), llegó a activarse una vigorosa cultura e identidad comunalista entre 1950 y 1985, plenamente ligada con los objetivos de alcanzar desarrollo y prosperidad en su hábitat humano.
En conclusión, este es nuestro humilde supuesto; gracias a tales integraciones y cooperaciones culturales nació el Liceo Rodrigo Facio Brenes, de las grandes instituciones educativas del país.
Ronald Obaldía González.
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