domingo, 9 de junio de 2013

TURQUÍA, A LARGA DISTANCIA DE LA PRIMAVERA.


TURQUÍA,  A LARGA DISTANCIA DE LA PRIMAVERA.

El territorio que  abriga desde 1923 a la República de Turquía, denominado Anatolia por los antiguos pobladores, dio cabida a numerosos pueblos desde el milenio X antes de Cristo. Entre el V y el ll milenio invasores indoeuropeos, cautivados por los recursos minerales,  lo dominaron, entre los que destacaron los aqueos, provenientes de la actual Grecia.  

En adelante y en el mismo orden, los Hititas (indoeuropeos también), los arameos – semitas, los armenios, las tribus balcánicas y  los persas se apoderaron de la Anatolia, ciclos de dominación que frenó el Imperio Romano (Siglo lll a.C) al desplazar a los persas.    

Entre otros eventos, los romanos tuvieron la particularidad de reconstruir la antigua ciudad de Bizancio (hoy Estambul) en su capital de Oriente. Luego fue denominada Constantinopla, nombre  conservado  en la era de la dominación de las tribus “turco – mongolas oguz”, iniciada en el Siglo Xl, al mismo tiempo que el cristianismo ejerció allí (en Constantinopla) enorme influencia.  

Una influencia, cuya reducción comenzó con la islamización de los Siglos X y Xl, alentada por los persas, pero fuertemente replicada por las tribus turco mongol, exitosas en el proyecto de fundar a finales del Siglo Xlll el Imperio Otomano en Anatolia, con amplia expansión  a Asia, el Mediterráneo,  los Balcanes europeos y el África. Dicho Imperio, aunque islamizado, tuvo la virtud de apartarse del fanatismo religioso, al cabo de ser condescendiente con la minoría judía, radicada en el Medio Oriente.

Transformado en califato islámico, los otomanos (o turcos) principiaron  el ciclo de florecimiento, arrancando el Siglo XV,  se apoderaron de Constantinopla, extendieron su poder en Mesopotamia, alcanzaron el Magreb africano, incluso sitiaron Hungría,  Viena, los Balcanes, Ucrania, que debieron ceder después  a Austria y Polonia.

El poderío de los imperios de Europa tras el descubrimiento de América (Siglo XV), seguido del aumento vertiginoso en la comercialización de metales preciosos, puso en desventaja a los otomanos, al cabo que debieron enfrentar sucesivas derrotas militares de parte de los rusos, lo cual le implicó la pérdida de valiosos territorios, ubicados al norte del mar Negro.   

Las rebeliones de los pueblos cristianos, principalmente los del Asia Menor, cuyo respaldo provenía de la Gran Bretaña (el acreedor financiero turco)  y la Rusia zarista;  la independencia de Grecia(1831 - 1832);  así como las reivindicaciones de independencia de los pueblos árabes, colocó a los otomanos en situación de alta fragilidad. Por todo ello, después del Siglo XlX,  la  entrega de su carta de defunción era cuestión de pocos años,  apenas pudieran los británicos neutralizar (infructuosamente) las ambiciones rusas sobre las naciones cristianas, emancipadas del poder Otomano.  

En efecto, el golpe final tuvo su origen en la decisión turca de aliarse a Alemania y al Imperio Austro – Húngaro en la Primera Guerra Mundial. Con la derrota de sus aliados se intensificaron las humillaciones y  el velado despojo de sus dependencias asiáticas, pasadas a manos de ingleses y franceses, entre otros imperios europeos.  De ahí en adelante se acumularon las pérdidas territoriales en África y lo retenido marginalmente en los Balcanes.

Concluida la Primera Guerra Mundial solo quedaban residuos del Antiguo Imperio Turco – Otomano. El propio Tratado de Sevres (1920) llegó a ser esa carta de defunción, la cual dictó indemnizaciones de guerra, más despojos de tierras - los estrechos de Bósforo y Dardanelos fueron declarados aguas internacionales - , reaparecieron nuevos  privilegios para comerciantes extranjeros.

Hubo facturas costosísimas cobradas  a los turcos,  tipificadas en el Tratado,  entre otras, la pérdida de Armenia y la repartición del  Kurdistán – rica en yacimientos de petróleo -  entre Turquía, Irán, Siria e Irak.  Las consecuencias de su alianza con Alemania y los austro - húngaros las previó en la Segunda Guerra Mundial al declararse neutral.  Casi extinto como imperio, accedió a la instalación de bases militares estadounidenses, aunado al ingreso de la OTAN, para disuadir principalmente  los apetitos soviéticos por extenderse en el Asia Menor.        

Frente a tales imposiciones de Occidente, las amenazas de Grecia y la Rusia zarista, hace su aparición la figura autoritaria de Mustafá Kemal Atatürk, el fundador de la actual República Turca en 1923, quien apenas pudo fijar las nuevas fronteras turcas y enfrentar las aspiraciones de autonomía de la región del Kurdistán, todavía una gran piedra en el zapato turco. 

Atatürk, “el padre de los turcos” se opuso férreamente al Tratado de Sevres, rompió con la tradición del Imperio Otomano.  Construyó un Estado secular, su obra política mayúscula. Abolió el califato, redactando una Constitución Política laica, al recoger con ello los ideales del movimiento de los jóvenes universitarios y militares (1908) que proclamaron la democratización pro – occidental  de la sociedad y el desarrollo de la economía, a través de la modernización de la industria y la agricultura.  Proyecto que trastabilló por el Estado centralizado y autoritario, por el cual se decidió imponer  el propio Atatürk.   

Persistieron las complicaciones del pueblo kurdo, quien hacía más  ácida la disputa en la región de Kurdistán; desafió “el poder duro” del nuevo líder turco, al contar con organizaciones guerrilleras que continúan todavía proclamando la independencia de ese territorio, el cual les pertenece, según ellos.

Las comprobaciones  de violaciones a los derechos humanos de parte de Turquía contra los kurdos, así también las acciones terroristas de estos últimos -  así calificadas por Estados Unidos de América y la Unión Europea -  encendieron el territorio de  Kurdistán en Anatolia, haciendo inútil cualquier solución a la tesis de avanzar en la independencia de las tierras kurdas.

Tras la muerte de Atatürk hubo un largo periodo de altibajos en lo que respecta a la instauración de la democracia liberal en Turquía, repitiéndose  los golpes militares, así como la confusión e inestabilidad. Además de la cuestión kurda, se puso al descubierto la fuerza y la represión  contra los sectores socialistas y comunistas y los ultraderechistas nacionalistas,  así como las contradicciones entre estos últimos; unidas a las diferencias entre las organizaciones laicas herederas de la visión de Atatürk y las corrientes musulmanas, siempre vigentes en Anatolia desde la islamización.

Detrás del telón, por un lugar han empujado los débiles y acallados  sectores reformistas  de la  clase media y académica, difusores de la cultura Occidental y promotores de la incorporación de Turquía a la Unión Europea, opción mirada de reojo por los islamitas.   

Dicha tesis integracionista es acuerpada, como sea, por el gobierno otomano, pero frenada por Alemania y Francia, quisquillosos del islamismo y los rasgos autoritarios de la sociedad política turca, responsables de la pésima trayectoria en materia de  derechos humanos, fuera por la persecución contra las minorías étnicas – en cuenta el genocidio armenio en 1915 - , sumada a la invasión de la parte norte de Chipre (1973), rechazada por Grecia y el bloque comunitario europeo.

Sin embargo,  las Fuerzas Armadas, defensoras del Estado secular, en la falta de identidad, unidad, desarrollo humano desigual  y la ausencia de cohesión social,   consiguieron neutralizar la influencia de los musulmanes y apagar la enemistad contra la nación judía.

Lo apuntado fue posible hasta llegar a la etapa de los sucesivos gobiernos del Primer Ministro,  Recep Tayyip Erdogan, quien ha hecho esfuerzos por disimular sus anhelos de implantar la Sharia y la enseñanza del Islam en las escuelas, engañando a los Estados Unidos de América y la Unión Europea, aliados contemporáneos de la Turquía secular.   

 El gobernante islámico se presenta a la vez como un adversario del Estado de Israel, a fin de atraer la simpatía de los árabes palestinos y radicales musulmanes, parte del afán de recobrar el dominio y las glorias pasadas del Imperio Otomano en las regiones árabes; oportunidad llegada al respaldar hoy a los rebeldes sunitas a más de dos años de la sangrienta  guerra de Siria.  

En las posturas  dictatoriales, y pisoteando la libertad de expresión, ha residido también el poder del Primer Ministro  Erdogan durante estos últimos 11 años, en contraste con el repunte y el dinamismo de la economía nacional.

Hace aproximadamente tres semanas la clase media y la academia, más la izquierda y la derecha,  preocupadas por la vía musulmana y autoritaria del gobierno de Erdogan, iniciaron crecientes manifestaciones de protesta, reprimidas por la policía, que junto con el Ejército se plegaron a la orientación política y religiosa del Primer Ministro.  

El epicentro de las protestas lo representa ligeramente la demolición de un parque en el centro de la ciudad de Taksim, el cual dará campo a la construcción de una mezquita y un centro comercial.

Los manifestantes insisten en que “las cuestiones de fondo son otras” y critican duramente “la deriva autoritaria", de corte musulmán  del Gobierno y, en especial, del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan.

"Esto va mucho más allá de los árboles del parque”. Erdogan buscará cambiar  el Estado secular, seguro que para ello cuenta con credenciales:  el respaldo de una gruesa mayoría del pueblo  -  casi total en las zonas rurales -  volcado a las fórmulas islámicas del mandatario, tímidamente escondidas  durante el Imperio Otomano, así como  la bonanza económica, registrada por el país en la primera década del Siglo XXl.

A decir verdad, la Unión Europa da seguimiento puntual a las tensiones sociales turcas, cuyo resultado “previsible” a favor del gobierno, supondrá un salto a la antesala inmediata del régimen de Estado nacional, inspirado en el Corán. En mala hora para el Medio Oriente, saturado de oscurantismo y opresión.

Ronald Obaldía González  (Opinión personal).

2 comentarios:


  1. Randall Otárola escribe:

    Estimado don Ronald, saludo espero que usted y su familia este muy bien.

    Sin duda, la cuestión turca va mucho más allá de los árboles del parque y representa una cuestión cultural y política de fondo, una sociedad fundada sobre los valores de la democracia y el secularismo, no quiere "envolverse" en dogmas oscurantistas. Vamos a ver que ha de pasar, por ahora el ejercito, la hegemonía regional que esta construyendo Turquía podrá desde mi criterio, salir avante con estas manifestaciones e ir gradualmente reprimiendo e impulsando los valores propias de la tendencia de Edogan. Al menos, es lo que parece. Ojala siempre el pluralismo, la democracia y el respeto a los Derechos Humanos fueran insignias de todos los gobiernos del mundo.

    Saludos muy apreciado don Ronald.

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  2. Gracias Ronald. Aprendi mucho con su articulo...como siempre. Saludos. Mauricio Vargas

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