domingo, 2 de noviembre de 2014

MÉXICO SIEMPRE LINDO Y QUERIDO...PERO ESTREMECIDO.

MÉXICO SIEMPRE LINDO Y QUERIDO...PERO ESTREMECIDO. A la desesperada, al modo de la pasada administración de Felipe Calderón, dificílmente, México podrá poner freno a la violencia provocada por los carteles de la droga, dedicados ahora a las matanzas de estudiantes, activistas sociales, ambientalistas, defensores de los derechos humanos, así como de la desaparición de gente - hay más de 22.000 oficialmente “no localizadas” en el Estado de Guerrero, o bien cuerpos humanos mutilados descubiertos en fosas comunes - . Los crímenes se ejecutan con la coordinación y la complicidad de las autoridades políticas, así como de los cuerpos policiales (“o narcopolicías”), hechos que se repiten en Estados como Guerrero, Michoacán y Tamaulipas, donde el crimen organizado ya no solo intenta monopolizar el trasiego de la droga, sino que ahora ha pasado a un nuevo comportamiento, ya que uno de sus grandes objetivos es la conquista del poder político y económico local. Lo anterior conlleva apoderarse de los municipios y sus recursos naturales, constituir empresas, así como extraer la riqueza local a través de la tributación forzada (Guillermo Trejo, 2014)) contra los ciudadanos, en cuenta, los pequeños y medianos empresarios, los comerciantes de la región, quienes continuan pagando el “derecho de piso”. A la vez, “los narcoempresarios” han formado compañías constructoras encargadas de las obras públicas, ya sea por los chantajes ejercidos o pagos de sobornos a dirigentes políticos. Lo de eliminar estudiantes no es noticia sorprendente. Atrevámonos a decir que la experiencia de los 43 estudiantes asesinados en el Estado de Guerrero en días recientes, representa un facsímil reducido de la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968: precedente cobarde y descomunal, recurso siniestro, retomado en las regiones de conflicto de un México, polifacético, lleno de profundos e irremediables contrastes, cuyo avance democrático estriba, quizás, en la credibilidad de las elecciones competidas y los gobernantes genuinamente electos, avances a los que no se debe retroceder (Ciro Murayama, 2014), de lo contrario sería catastrófico. Sin embargo, en situación precaria yace la consolidación de derechos fundamentales que garanticen mayor cohesión e integración social, primordialmente, conexa a la seguridad ciudadana. Es México la nación de un enorme territorio donde hay un centenar de multimillonarios, entre ellos, Carlos Slim, despreocupados de los 50 millones de habitantes pobres –el 60% del empleo es informal– , impelidos a emigrar a Estados Unidos de América (“circunstancialmente su vecino”). Los multimillonarios deben compartir un vasto territorio con casi diez grandes grupos empresariales, denominados carteles (Jorge H. Fernández, 2014), cuyo negocio tienen bien asegurado, exportando droga a la nación más poderosa de la Tierra, donde tristemente hay un mercado exponencial, compuesto por miles de adictos. Es decir, como lo sintetiza el comentarista Jorge H. Fernández: México parece cada vez más una mirada borrosa sobre “un espejo empañado”, una realidad que, por cierto, la ocultan con éxito la excesiva saturación de “programas chatarra”, exportados diariamente por sus compañías de televisión. La inteligente e influyente nación de América Latina, que alberga un cúmulo y diversidad de recursos naturales, portadora de un patrimonio histórico y cultural de significación universal, pone al desnudo la fragilidad del Estado de derecho, cuya institucionalidad confiesa su impotencia, en cuanto a limpiar completamente la carroña fertilizada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) por más de siete décadas, cuyo tufo está lejos de desaparecer. A los propios carteles le ha sido demasiado útil, la ancestral estrategia “PRIista” de fusionar el poder político con el económico, hasta infiltrarse por todas los niveles jerárquicos y esferas de la sociedad. De cobrar auge algún movimiento sano de la sociedad civil o un líder político, que se interponga en su opaco camino, simplemente se elimina por la vía de la barbarie. Así fue el caso de los humildes estudiantes contestatarios de Iguala, que no se dejaron intimidar por los sicarios o la policía al servicio del “omnipresente” crimen organizado. Esa denominación, el PRI, capaz de haber “moldeado” en un prolongado lapso los habituales juegos rastreros de “la política del poder”: primero, en contubernio con el Partido Acción Nacional (PAN), en el proyecto federal de la “dictadura perfecta” y su brazo derecho el partido único. Esta vez, en la impunidad de las masacres de los estudiantes del Estado de Guerrero, la ubicuidad y contagiante influencia del PRI, ha logrado atenazar al izquierdista y desacreditado Partido de la Revolución Democrática (PRD), para entrenarlo en el oficio de asesinar activistas sociales, “revoltosos y delincuentes”. Entre los responsables de tales actos en Guerrero, se sindican a los hoy prófugos Alcalde del municipio de Iguala y su esposa - socios efectivos del narcotráfico - miembros además de ese partido “opositor”. Detrás de ellos hay toda una estructura criminal, con tentáculos por el territorio nacional, y más allá, siendo Centroamérica víctima de tal modelo de criminalidad. Repasemos la historia. Sea la matanza de líderes sociales la práctica “bien calculada” que el régimen de Fidel Castro le había consentido al PRI, quien se dio gusto con ella en su época de oro, en refinada versión de “guerra sucia” (Alejandro Trejo, idem), todavía impune. De ahí, la ausencia en México de operaciones de la guerrilla izquierdista, fenómeno que, en efecto, deprimió a Centroamérica, a causa de las estrategias expansionistas del eje Moscú - La Habana. A cambio de que el gobierno mexicano se desmarcara de las políticas duras de Washington, promotoras en América Latina del bloqueo político y los embargos comerciales contra el régimen cubano; éste se abstendría, eso sí, de organizar movimientos insurgentes en la nación azteca, con tal de evitar causarle molestias. Tras el pacto, el PRI llegó a convertirse “en vocero” de los intereses de Cuba en los foros internacionales, especialmente en la Organización de los Estados Americanos (OEA). La alianza (antiestadounidense) comenzó a venirse al suelo con la depuración del PRI antes del 2000, de lo cual sobrevino su derrota electoral frente a Vicente Fox, candidato del PAN, denominación que, por su parte, había dejado de prestarse a los malabares del juego del “partido único”. Solamente, el Gobierno del Presidente Ernesto Zedillo - político decente y valiente, a quien se le atribuye la transparencia del sistema electoral. - puso en la cuerda floja al PRI. Por lo demás, todo le ha salido “perfecto siempre”, en particular, el “ingenioso pacto con los cubanos”, así también el corolario de “la guerra sucia” (Trejo, idem), de la cual fueron y son hoy víctimas los mismos estudiantes y líderes sociales. Y que dicho sea de paso, tanto el gobierno federal como estatal está desatendiendo, al conformarse únicamente con investigaciones y operativos erráticos (Jan Martínez Ahrens, 2014), los cuales a casi nadie convence. Los hechos del municipio de Iguala y otras ciudades arrojan serias dudas. Revelan que México frenó sus exigencias y ambiciones de la reforma democrática, de alta calidad; los números son vistosamente rojos, sobre todo en cuanto a derechos humanos, lo prueban los dramáticos acontecimientos de las fosas clandestinas y las inacabables persecuciones contra los movimientos sociales, incluidas las comunidades indígenas. En cambio, los últimos gobiernos mexicanos han puesto por encima los intereses e impulsos a las reglas del mercado - en lugar de la antigua estatización de “la dictadura perfecta” - , consustancial a la reforma económica, financiera, la apertura a la economía global y la captación de inversiones privadas, a favor de la producción energética. Todo ello la plataforma de trabajo del gobierno del “nuevo PRI” . Ciertamente, su estrategia de desarrollo resulta prometedora; a pesar de cierta desaceleración del sistema productivo, México podrá subsanarla, en el tanto los Estados Unidos de América, su principal socio, continúe recuperándose de las consecuencias de la fase recesiva, la cual afloró entre el 2008 y 2009. A diferencia del Presidente Felipe Calderón, a través de su “guerra contra el narcotráfico” - que acarreó aumento desmedido de la violencia y violaciones a los derechos humanos por parte del ejército - , a los demás gobiernos les ha desvelado, ligeramente, el poder del crimen organizado en los“Estados fallidos”, principalmente, el empobrecido Guerrero. Allí como en otras regiones la desigualdad y la marginalidad social tienden a hacerse crónicas, terreno fértil para la economía subterránea, la violencia y la corrupción desenfrenada, dominada por los carteles y los narcopolicías, con quienes el PRI aprendió a coexistir. Con excepción de Brasil y Turquía, lo que han hecho casi todas las poderosas economías emergentes, entre ellas México, es desatender el postulado ètico y moral en que la reforma y modernización económica debe ir de la mano con los cometidos de la profundización democrática; que la justicia distributiva de la riqueza es inaplazable en pos de construir sociedades felices y gente realizada. Tanto se ha enunciado (el postulado) que solamente adquirió rango de sermón. Esta visión humanista como tal, ha sido apenas empleada a modo de recurso discursivo por las élites políticas mexicanas, de ello hicieron gala en los tiempos de la engañosa alianza con el totalitarismo cubano. La propaganda “Tercermundista” que la sustentó les produjo réditos enormes, la partitura la calibraron ambos, dependiendo de las circunstancias. Aquellas, las nefastas, como las matanzas de jóvenes y activistas comunales, inútilmente pueden desentenderse de la verdad natural de México, cuyas élites políticas, “en su condición de autores de primer orden”, han demostrado su incapacidad de edificar la legítima unidad, sustentada en una renovada consciencia social. Es decir, en la sana identidad que renuncia a conductas basadas en nacionalismos patrioteros que colocan el engaño por encima de la verdad, que colocan el complejo de superioridad, la avaricia y la indiferencia por encima de los principios del amor, la igualdad del ser humano y los valores de la solidaridad. Estos, intrínsecos en el mensaje que, para la posteridad, enseñó en perfecto lenguaje la Virgen de Guadalupe en su aparición al humilde indígena Juan Diego. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

2 comentarios:

  1. Jimmy Bolaños escribió::

    Excelente artículo similar a otro que se preguntaba si Mexico es un Estado fallido. El control territorial de los narcos sumados al 45% pobreza y 60 de la Pea en el sector informal son las condiciones para lo que viene ocurriendo con cerrazon de la elite para atender y entender el engendro que han permitido crear. La pregunta es: se asincerará el gobierno para reconocer lo que pasa y trabajar con la gente para cambiarlo? O hara marketing y esperará que todo se olvide para enmascarar la realidad y seguir en un burbuja?

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  2. Mauricio Vargas Fuentes escribió:

    Excelente Ronald

    Saludos afectusos

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