lunes, 19 de marzo de 2012

Más del Partido Republicano de los Estados Unidos de América. Y aires de cambio en la China Popular.

Más del Partido Republicano de los Estados Unidos de América. Y aires de cambio en la China Popular.
El  2012 continuará cargado de hechos de política internacional, los cuales pueden llegar a constituirse en un punto de partida de transformaciones futuras. Comencemos con la actual contienda en los Estados Unidos de América del Partido Republicano, cuya atención, entre otras cuestiones,  se centra en la recuperación de la economía, las críticas alrededor del costo de los programas sociales del Presidente Barack Obama,  el cambio en la orientación de determinados principios, tales como la legalización del aborto, la institucionalización del matrimonio homosexual y la separación entre la Iglesia y el Estado.    
Por ahora damos puntual seguimiento a  un debate político y social de alto voltaje en “el Gran Partido Viejo” (GOP), el mismo Partido que fuera organizado a mediados del Siglo XlX  por Abraham Lincoln, mentor de la primacía del poder general de la Unión federal sobre los particulares de los diversos Estados”,  e insigne defensor de los  postulados antiesclavistas y del “democratismo”, que buscaba conceder también a los pobres la posibilidad de ascender socialmente.  
Hay dos tendencias claramente definidas en la carrera republicana, lo cual supone una ligera variación en el pensamiento tradicional del GOP.  Una de ellas es la representada por el mormón Mitt Roomey, que  lleva una “insegura” ventaja. Este multimillonario es proclive a consolidar la clase media; tildado de “liberal y reformista” por sus adversarios conservadores; estos últimos quienes siguen mayoritariamente  a  Rick Santorum, el ultraconservador católico,  opuesto al aborto y a la contraconcepción, al tiempo que plantea  la necesidad de equilibrar las finanzas de la Unión,  así como en disminuir  impuestos a las empresas privadas, lo cual debe ir de la mano con la reducción de los gastos del gobierno federal.
Prácticamente, los dos restantes candidatos republicanos han quedado a la orilla de la lid. El conservador y expresidente de la Cámara de Representantes del Congreso, Newt Gingrich, enfrenta presiones de sus partidarios en torno a anticipar su retiro,  así  sea adherido su caudal electoral a Santorum. Es la forma de los conservadores republicanos de contener bajo un solo bloque,  la irrupción de un mormón como el candidato oficial, pues según ellos dicho credo religioso se aparta de la fe cristiana.
Eso sí, en sus ofertas políticas, tanto Roomey como Santorum destacan como asunto de primer orden  la creación de mayores empleos, puesto que la cifra que supera el 8%  de desempleo, resulta inadmisible para la única superpotencia política y económica del planeta. Con la obviedad de que ambos postulantes a la candidatura republicana ocultan los desbordados gastos, en que incurrió el Presidente George W. Bush en su estrategia de economía de guerra, en cuenta la consecuente desregulación de los mercados financieros, toda vez  que arrastró quiebras bancarias, luego  intervenciones estatales de salvamento, generadores de la   inestabilidad global del último lustro.         
El proceso de los Republicanos, relacionado con el escogimiento de su candidato, que enfrentará en noviembre del año en curso al Presidente Obama, candidato del Partido Demócrata, cuya reelección tampoco está garantizada, pone de relieve un prolongado debate, que podría condicionar el futuro perfil ideológico de los Republicanos. La interrogante radica en si predominará la línea conservadora, proponente del Estado “bien atado”, mercados desregulados y el predominio casi absoluto de la propiedad privada. O bien, habrá una aproximación a  tesis liberales específicas del Partido Demócrata, las cuales coinciden en imponer mayores  impuestos a los grandes ricos y a las empresas privadas, como también en aumentar las atribuciones del  Estado para que eleve la inversión y las transferencias sociales, a favor de los sectores menos aventajados.   
Eso quiere decir, que “el Gran Partido Viejo"  constantemente dará que hablar dentro de la gran superpotencia.  El Presidente Ronald Reagan llegó a levantarlo, sobremanera, tras el descrédito en que cayó en tiempos del Presidente Richard Nixon, con el desbordamiento del escándalo del Watergate.  Asimismo,  la reivindicación de los Republicanos se explica, en parte, por la actuación débil y farragosa  del Presidente demócrata James Carter, en especial, sus desaciertos en materia de política exterior, sobre todo, frente a los ayatolas iraníes, quienes en 1979 provocaron el asalto en Teherán de la Embajada de los Estados Unidos de América, donde fueron tomados todos sus ocupantes como rehenes, cuyo rescate a manos de  los soldados norteamericanos vino a resultar un completo fracaso.
 Por supuesto, que la reacción negativa del público  estadounidense era de esperarse, ya que aquello ponía en entredicho el poderío global de Washington, burlado por un enemigo de mucha menor capacidad:  el Irán de los fundamentalistas islámicos del ayatola  Ruhollah Jomeini, quienes, además de ser allegados a Moscú,  llegaron, a desafiarlo, doblemente, en el Medio Oriente, tras el derrocamiento  de Mohamed Reza Pahlevi, el sha de Irán, cuyo régimen era un aliado incondicional de los Estados Unidos de América.  
A pesar de sus contradicciones con la China Popular, todo ello ponía en evidencia que  la Unión Soviética ganaba influencia más allá de las regiones de la Europa del Este, Corea del Norte y Cuba. Al mismo tiempo que se expandía por Centroamérica, se consolidaba en la Indochina; el imperialismo soviético alcanzaba no pocas regiones del África.  En el Medio Oriente se granjeaba aliados con Siria, Irak y en parte el  Irán. Había decidido invadir Afganistán (1979) para poner a salvo un gobierno títere, que servía a sus intereses hegemónicos.
En cambio, el Presidente Reagan, el carismático  "cowboy" de línea dura, vino a liquidar  la expansión soviética, merced al respaldo absoluto del Papa Juan Pablo ll. Todavía tengo mis reservas si la primera ministra británica  Margaret Thatcher, fue protagonista de primer orden, del colapso del totalitarismo leninista -  stalinista, pues a mi juicio la Gran Bretaña es una potencia en decadencia.
Lo cierto es que Reagan y el Papa polaco estimularon de modo decidido a  Lech Walesa, en particular,  sus rebeliones sindicales, organizadas en  Polonia;  justamente,  las que iniciaron la ruta de la erosión del “Oso Soviético” y de sus satélites europeos.  El apoyo a “Solidaridad”  obedeció a una política bien pensada de Washington y del Vaticano, en lo cual contribuyó la fortaleza de un Partido Republicano; diseñador de una estrategia político militar,  incapaz de ser controlada por el Kremlin, al igual que la diplomacia activa y beligerante de la Casa Blanca, cuyos resultados positivos elevaron la moral, e hicieron recuperar la confianza de los estadounidenses en torno al poderío y los valores primigenios de la nación.    
Castigado por el Partido Demócrata, en tiempos del Presidente Bill Clinton,  el Partido Republicano no se dio por vencido, dado que llegaron a controlar en varias oportunidades el Congreso.   Mientras fueron oposición fortalecieron su ideario político.   El pensamiento del contrato con América", así como la doctrina del "conservadurismo compasivo", fue rejuvenecido, por lo que después conquistaron nuevamente  la confianza del electorado.
En el ámbito estratégico militar,  "los Halcones" de la Casa Blanca y del Pentágono se encargaron de despejar cualquier duda, acerca del poderío estratégico y militar del “coloso del norte”, con todo el descuido inexplicable frente al sorpresivo ataque terrorista de al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York.  Sin embargo, hoy  la misma organización terrorista, casi que ha sido desarticulada por el Ejército estadounidense. Incluso, fallaron por dicha los posteriores cálculos pesimistas y alarmistas de aquel  11 de setiembre del 2001, que  le daban un repunte a al Qaeda. Por el contrario,   con su fanatismo islámico e ideas oscurantistas, los terroristas están demasiado lejos de predominar  en las naciones árabes, éstas decididas a conquistar la libertad e instituir sistemas políticos democráticos, tal como lo demuestra la Primavera Árabe.           
En conclusión, arrebatarle un triunfo electoral al Partido Republicano, arraigado en el espíritu de la nación,  será siempre una tarea difícil y complicada, por lo que el siguiente  proceso electoral, tampoco habrá de ser la excepción; principalmente, por la razón de que el Irán y Corea del Norte persisten en su pulso o juego de poder, equivalentes a  amenazas serias contra la civilización occidental, cuyas argucias y chantajes los Republicanos saben controlar o mitigar perfectamente.      
La otra novedad de la política internacional radica en las declaraciones del saliente Primer Ministro de la China Popular, Wen Jiabao, que acaba de abogar por reformas políticas y económicas urgentes, incluyendo al Estado y al Partido Comunista Chino.
Cabe destacar que  Wen “es considerado el máximo líder del ala reformista del régimen”.  Esta prédica de él por reformas políticas, ha sido la más vigorosa en un país que en tres décadas de apertura, se convirtió en una economía pujante,  pero que es gobernado hace 62 años con mano de hierro por el Partido Comunista y su élite privilegiada, la cual se mantiene de los peajes que pagan los inversionistas extranjeros por ingresar al mercado chino. 
En este orden y dentro de la política de relevo generacional en China,  la prensa internacional ha dado cuenta de la purga de líderes, entre ellos,  Bo Xilai, todavía adeptos a la genocida Revolución Cultural de Mao Tse-tung, lo que da serios indicios de luchas internas dentro del régimen, particularmente las que enfrenta a los reformistas al estilo de Wen y los conservadores dirigidos por el Presidente Hu Jintao.
Pongamos por el momento un asterisco a este tema de la China Popular, con la promesa de abordarlo en otra entrega. Sin embargo, no dejemos de suponer que ese gran dragón asiático nos concederá enormes sorpresas en el 2012.  
Ronald Obaldía González (opinión personal).   

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