ASOCIACIONES REGIONALES RENOVADAS.
El acuerdo de inversiones y el plan de la zona de libre comercio que acaban de acordar la occidentalizada China Popular, Corea del Sur y Japón, las tres economías poderosas del este del Asia, constituye un vivo ejemplo de pequeñas sociedades regionales, conformadas entre Estados nacionales, las cuales toman como punto de partida (y de llegada) la similitud existente en sus particulares sistemas productivos, mercados consolidados, grados de competitividad e innovación.
Dicho sea verdad, la noción convencional de los procesos de integración (abiertos), por ahora, está devaluada a nivel global, por lo que la experiencia de las tres poderosas economías asiáticas refleja la predilección hacia enfoques de integración restringidos, pero operativos, en medio de la ralentización de la economía global
Por ahí, un reconocido experto hasta vaticinó el desplome de la Unión Europea, al tomar en cuenta el callejón sin salida, que tiene inmovilizados a España, Grecia, Portugal, y antes Islandia, quien debió huir de la zona del euro, pues su alto nivel de insolvencia le impedía cumplir con las rigurosas normas de austeridad fiscal.
Quién podrá profundizar la asociación con Argentina – lo cuestiona Brasil - en ese tránsito de las expropiaciones de las empresas españolas, a sabiendas de las advertencias externas, acompañadas de las serias consecuencias, que arrastrará el gobierno peronista, al revivir las prácticas ultranacionalistas de los tiempos del general Juan Domingo Perón, tan inaceptables hoy, al cabo de hacer más espinosos y controversiales los procesos de integración regional.
La inseguridad jurídica cultivada por la estridente presidenta de Argentina, por supuesto, que para América Latina trae sus implicaciones; dista de generar confianza en la región, en detrimento del contexto de su positiva recuperación, que contrasta con el espectáculo europeo, lleno de incertidumbres políticas y polarizaciones.
El debate que consistía en optar por el curso de acción de la plena integración, o por aquel que ponía énfasis en la complementariedad, ha dado prueba de su debilidad, aunque se presumió en la década de 1990 que ese sería el rumbo y el destino de los Estados: ceder soberanía a cambio de la construcción de estructuras supranacionales y multilaterales.
Los postulados liberales del Estado, lo mismo que la preservación de la cultura nacional, entre múltiples intereses y valores republicanos, le dieron el merecido lugar a “la realidad como maestra”. Al tiempo que se imponen frente a las alucinaciones integracionistas, que, en su momento, desdeñaron los factores psicosociales, inherentes a cada Estado nacional, en particular.
Inexplicablemente, se dio la espalda a las diversidades y las diferencias de intereses prevalecientes entre los socios. La fascinación integracionista suponía que los principios de la cooperación, que apenas quedaron en la teoría, borrarían de un solo plumazo las historias nacionales, las asimetrías y las desproporciones prevalecientes.
En palabras sencillas y en el caso especial de la Unión Europea, cómo ocultar las notables distinciones entre la metódica Alemania y la Grecia tercermundista y populista, incluidos los “golpes de Estado” técnicos de Italia, los cuales desestructuran el clima político del bloque comunitario.
En cambio, las reformas pro - capitalistas en China Popular generan seguridad y estabilidad en el Asia Oriental, mientras que Corea del Sur y Japón las asimilan y cooperan con dichas transformaciones. Todos ellos evitan, además, apresurarse en esquemas integracionistas irreales; reconocen prioridades conexas, ya sean las locuras y las provocaciones de Corea del Norte, en razón de sus pruebas nucleares.
Guardando las proporciones, en Costa Rica se planteó durante la Administración de don Miguel Ángel Rodríguez Echeverría (1998 – 2002) un esquema innovador, similar al que trabajan las tres potencias asiáticas, el cual se distancia de proyectos integracionistas improbables. En dicho gobierno se establecieron Embajadas costarricenses en Trinidad y Tobago y Barbados, así como se decidió la actualización del acuerdo comercial con Panamá, firmado a principios de la década de 1970.
Hubo clara indicación del concepto de pequeños Estados desarrollados, pues dentro de él calzaban los países antes mencionados. De manera decidida, se iniciaron las negociaciones del tratado de libre comercio entre Costa Rica y la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM), el cual ha llegado a favorecer las exportaciones agrícolas hacia la América insular. Y Con Panamá casi se llegó a concretarse el acuerdo de supresión del uso del pasaporte ordinario para los nacionales de ambos países, a efecto de facilitar el tránsito de personas y de bienes y servicios, un tema aun pendiente en la agenda bilateral.
Los experimentos en el Asia Oriental, así como el implementado por Costa Rica durante el gobierno de don Miguel Ángel Rodríguez enseñan que hay fórmulas creativas y operativas, facilitadoras de la ampliación de las relaciones políticas, económicas y culturales, las cuales prescinden de aquellos discursos y declaraciones diplomáticas, redundantes de buenas intenciones, pero que la realidad se encarga de desmentir. Obsérvese no más el suplicio de Costa Rica de soportar la letrina de gobierno de Nicaragua.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
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