jueves, 3 de mayo de 2012

El interés global por las migraciones.

El interés global por las migraciones.

Probablemente, ha pasado inadvertido en la ciudadanía costarricense uno de los principales postulados de la excelente Ley General de Migración y Extranjería,  la cual hace referencia “al derecho a no migrar”.
Por supuesto que el postulado refleja la tradición y la identidad de los costarricenses, en lo que respecta “al arraigo”, una realidad objetiva de carácter psicosocial,   hasta bien valorada y aplicada por nuestro sistema judicial,  como paliativo  dentro de las medidas  cautelares, impuestas por un juez  contra una persona que ha cometido un ilícito,  previo a dictar sentencia.   
El “derecho a no migrar” y el arraigo de una persona en el país poseen en Costa Rica un enorme parentesco. Ambos denotan la capacidad o el interés natural del Estado de retener a sus habitantes en su jurisdicción territorial. Son parte de los bondadosos deberes y responsabilidades del Estado nacional,  fundamentado en el liberalismo político.  
En cambio, el derecho a no migrar y el arraigo caminan bastante lejos de determinados Estados, quienes se distinguen por ser reconocidos emisores de migraciones, específicamente de sus propios ciudadanos.  Casi que eso forma parte de su política de Estado:  propiciar sutil o explícitamente  la forma de reasentar a sus ciudadanos en otros países,  cuya condición de receptores de extranjeros,  los hace vulnerables a una gama de complejidades y  sensibilidades domésticas, que advierten también consecuencias en sus relaciones exteriores con otros Estados o regiones.         
La base de los intercambios políticos y económicos entre México y  los Estados Unidos de América descansa primordialmente en las corrientes migratorias, por aquí arrancó  lo que se multiplicó  en este tiempo.  El  rol receptor de migrantes de los estadounidenses  se elevó a niveles imprevisibles, al menos eso se descartaba a mediados del siglo pasado.
A partir de entonces, los latinoamericanos, los asiáticos y africanos,  del ambiente de composición del  Tercer Mundo,  es decir,  contingentes de seres humanos, provenientes de dichas latitudes, se convencieron  del “sueño americano”.  Los migrantes  encontraron en la tierra del Tío Sam, en Europa, luego en Japón y Canadá,  el bienestar y la prosperidad,    negados  en sus sociedades de origen,  estancadas por los gobiernos ineptos y despóticos, la desigualdad social y los agudos desequilibrios  entre las formas de vida urbana y rural.    
Parte de las verdades residen en que la mayoría de estas personas lograron reconstruir sus vidas en sus nuevos destinos, todo lo contrario  de si hubieran permanecido en sus países de nacimiento, donde la pobreza y el retraso social  les ofrecía  escasas oportunidades de realización personal.  
Sin embargo, la reaparición de comportamientos anti-inmigracionistas    en los habitantes de los Estados Unidos de América y Europa es un hecho innegable.  De manera preocupante, se ha puesto de relieve en la  campaña electoral de Francia, es el tema de fondo,   dado que ahí se percibe que el fenómeno  migratorio se ha excedido,  al cabo de calificarlo como un alto factor de riesgo a la seguridad nacional.   
Tampoco el ataque desmesurado  contra tales reacciones es la solución, porque los Estados emisores poseen el mayor peso de las responsabilidades  en el eslabón emigratorio, y que nadie venga con otro cuento - ,  por cuanto el país de destino está exento de la obligación de cargar  con la ausencia  de buenos gobiernos y política social en los países emisores.  Los discursos y los argumentos internacionales pecan en ocultar reiteradamente tal penosa realidad.  Lo paradójico es que la cooperación internacional se inclina a favorecer gobiernos corruptos y dictatoriales,  cuya norma de conducta es promover la emigración de su pueblo.          
Tal vez, ello sugiere la posibilidad de modificar los principios en los enfoques existentes alrededor de los flujos migratorios, habida cuenta de la saturación  de los destinos migratorios y de los avisos poco alentadores, provenientes  de las grandes ciudades receptoras,  de  resistirse a la  mínima  voluntad de regularizar  la condición de los inmigrantes.    
Hay que encontrar nuevas fórmulas de carácter multilateral, a efecto de dar una solución al fenómeno migratorio.   La Organización Internacional de Migraciones (OIM), así como   el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA),  las cuales son entidades que gozan de un amplio  prestigio mundial,  están llamados a dar luces en esta materia, sin perder de vista, obviamente,  los derechos humanos y la creación de condiciones,  en aras de la integración multicultural.      
Repoblar un país como Belice, algunos países suramericanos, los pequeños Estados carentes de población,  así como estimular las migraciones hacia Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Rusia,  el mismo Japón  - éste que manifiesta tener serias dificultades con el envejecimiento de su gente -  han llegado a ser estrategias debatidas.   Asimismo, la cooperación multilateral podría enfocarse a complementar los esfuerzos de dichos Estados, dispuestos y necesitados de atraer  mayor población.   
No pocos expertos desestiman las iniciativas en tal curso, ya que prevén el crecimiento económico y social de esas regiones,  con los reasentamientos de migrantes,  rechazados comúnmente  en los destinos tradicionales.   Incluso,  las pusieron en práctica antes los neozelandeses y los australianos, por lo que  resultaron positivas, pues las   facilitaron  también las extensas áreas territoriales de esas naciones.          
Habrá  algunos “escrupulosos”   que planteen que lo mencionado es traumático para los inmigrantes, pues se les  expone a sobrevivir en culturas diametralmente opuestas.  De cualquier modo, en esto entraría en juego la inteligencia y las  habilidades de una apropiada política multilateral. Creo que ni esto es imprescindible.  En  San francisco de California (EEUU)  conviven en paz, solidaridad  y armoniosamente  entre sí,   personas que pertenecen a distintos grupos étnicos, costumbres y minorías culturales, que el planeta abriga. He aquí un gran laboratorio humanista para tomar como referencia en la fijación de nuevos  destinos para los migrantes.     
Ronald Obaldía González (opinión personal)

No hay comentarios:

Publicar un comentario