LOS AMIGOS RECORDARÁN AL AMIGO CARLOS VARGAS
PIZARRO.
En días
pasados, recibí una repentina llamada telefónica. Se me llamaba la atención
acerca de la omisión del detalle de informar a la Dirección Jurídica de la
Cancillería costarricense sobre un proyecto social, desarrollado en los tres
cantones de Los Santos de la provincia de San José, el cual, entre otras cosas,
se relaciona con la etnia panameña Gnöbe Boogle, asentada en esa maravillosa
región cafetalera.
Segundos
después capté que estaba siendo objeto de una prematura llamada del abogado
Carlos Vargas, Jefe superior de la oficina que acabo de citar. Mantuve silencio
y dejé que el emisor continuara con la observación que le ocupaba. Desde un principio me causó impresión que una persona de su nivel, demostrara alta sensibilidad frente a un
asunto, que se supone está lejos de la razón de ser de la oficina que él
dirigía. La cual suele intervenir en complicaciones, derivadas principalmente de
la fría y ordinaria administración pública.
Dado que la
conversación cayó de improviso, dichosamente pude comprender al instante con
quién estaba dialogando. Era nada menos
que una persona enamorada de su Patria y de su profesión, a quien había acudido
semanas atrás, ya que era imprescindible su sabio y honesto consejo, el cual me
permitió lidiar contra la cobarde y maliciosa denuncia que, ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
interpuso contra Costa Rica una organización
de inmigrantes, de dudoso origen.
Si tenía conocimiento
de las virtudes de aquel brillante abogado, responsable y altruista, pues ya me
había correspondido coordinar con él otras tareas; en sus múltiples consejos
para conmigo pude valorar, más aún, su apego
por la verdad y por los principios éticos, así como su lealtad hacia la
Cancillería costarricense.
Por eso, cada
vez que podía le hacía una visita a don Carlos Vargas, quien pasaba ceñido a su
computadora y a sus libros, sin duda, quebrándose la cabeza en su misión de
solucionar con rectitud y sentido de equidad la fila de expedientes y causas que se
apoderaban de su escritorio. A pesar de
ello, este hombre bondadoso y humilde le obsequiaba aunque fuera un minuto de
su Fe y grandeza espiritual al alma sedienta del compañero, necesitado de su palabra
de amistad y de aliento.
Querido
amigo Carlos, viviste con alegría en este mundo y te llegó hoy el momento de ir
a la Casa de Nuestro Dios.
Ronald Obaldía González.
Tuve el honor y dicha de conocerle, un hombre inspirador, de una gran riqueza espiritual, con amor por la vida y las causas nobles, un ser integral. En mi vida ha dejado huella, es un referente y alguien que admiro mucho, es verdad que era un hombre ocupado pero el poco tiempo que se podía compartir con él era valioso, era tiempo de calidad. Se le extraña Don Carlos.
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