APLAUSOS A EGIPTO.

APLAUSOS A EGIPTO. 

La Franja de Gaza, donde se encuentra un fragmento de la  nación palestina, gobernado por los extremistas de Hamás  – pues la otra fracción territorial es Cisjordania, la franja oriental -  viene siendo castigada desde hace ocho días por una de esas típicas guerras, curtidas en el Levante, a causa de la  enemistad  milenaria entre árabes y judíos.  

Se temía que esta vez los enfrentamientos entre las fuerzas armadas de Israel y Hamás se prolongaría  por más tiempo. Dichosamente, el pasado miércoles se anunció, oficialmente, la tregua.  

De esas treguas  que tantas veces son incumplidas, particularmente,  por los extremistas palestinos, armados por los ayatolahs del Irán; antes, también, por Bashar al Assad, el presidente sirio,  hoy sacado de escena, ya que está concentrado frente al asedio de una fuerte y armada oposición, en la cual tienen asidero un mosaico de organizaciones de diferentes credos políticos y religiosos.  

Esta vez, la hipótesis barajada por varios analistas internacionales consistIó en que en este conflicto quedara diezmada  todavía más la capacidad de fuego de Hamás en Gaza, lindante con el territorio de Israel, al sur,  dado que ante un posible ataque de los israelíes contra el Irán, el respaldo de sus enemigos palestinos a los ayatolahs  sería inútil después, en el caso particular, de que éstos fueran atacados por Israel, que considera  amenazantes  los programas nucleares  de los iraníes.

Hamás termina demasiado debilitado en este corto enfrentamiento, perdió a uno de sus destacados líderes militares,  Ahmed al-Jabari;  la mayor parte de sus cuarteles quedaron en ruinas,  tal que aquellas promesas de provocar  “un infierno” en el territorio hebreo,  apenas fueron demagógicas proclamas de guerra.  

Eso sí, los extremistas invirtieron la realidad y la perversidad de los escudos humanos, exhibiéndolos  como si aquellas muertes de civiles fueran obra deliberada del fuego enemigo.  Es parte de su engañosa  propaganda, ya reconocida por la comunidad internacional.

Todo lo anterior,  está aunado a la opresión que soportan  los  palestinos residentes en Gaza,  de parte de  los mismos líderes de Hamás, quienes implantan en el pequeño territorio las rígidas y arcaicas leyes islámicas, más la persecución contra los opositores, a quienes se les asocia como “colaboradores de los sionistas”. El ajusticiamiento en media ciudad y en plena guerra de seis palestinos a manos de  milicianos,  constata las vías de eliminación empleadas contra los desertores.  

Mientras tanto en el sector de Cisjordania, funciona el débil gobierno de Mahmud Abás - otrora expulsado de Gaza por los musulmanes  radicales - ,  el cual arrastra  las penumbras y  la flagrante escuela de corrupción y manipulaciones de Yasser Arafat, quien  al renunciar  al terrorismo, descubrió, luego,  que, a través de las conversaciones de paz, había un jugoso  negocio que le permitió enriquecerse, a costa de la desgracia y la pobreza de su propio pueblo.  

Por eso, es de suponer que “la Primavera Árabe” sea pronto importada por la gente de Gaza. La pérdida de inocentes vidas, la devastación de la infraestructura, lo cual causa mayor desesperación y frustración, pueden llegar a ser razones suficientes de estallidos internos, los cuales ya han sido reprimidos con extrema dureza por los radicales musulmanes.

Egipto se puso ayer una flor en el ojal, en lo que respecta a lograr el  cese del fuego. La oportuna mediación del gobierno de los hermanos musulmanes, por ahora, eleva la confianza hacia  ellos, así también de su futuro rol de árbitro entre Israel y Hamas, habida consideración  de que la estabilidad en la región equivale a prevenir   la vorágine de refugiados palestinos, quienes se desplazarían al Sinaí.    

Hamás y sus aliados islamitas,  además de originarle tensiones militares a los egipcios en el Sinaí,  guarda  estrecha cercanía política y militar con Siria y el régimen subimperialista del Irán, de todo lo cual pretende  distanciarse la hermandad musulmana - la misma estrategia de Hosni Mubarak - ,   porque es un hecho cierto,  que la nación de los faraones sobrevive con la ayuda y la asistencia condicionada de los Estados Unidos de América.  En este orden,  tampoco le conviene apartarse del espíritu de  los Acuerdos de Paz  de Camp David entre el Estado Hebreo y Egipto, firmados en 1978.   

De ser constante la conducta mediadora de Egipto, el Presidente Barack  Obama tendrá oportunidad de instaurar nuevas relaciones saludables con los países del Medio Oriente, específicamente,  los alcanzados por la primavera árabe y en otros donde aún salen pueblos a la calle a reclamar por sus derechos y la democracia (Wilfredo Amr Ruiz, 2012),  ya sean  Siria,  Kuwait,  Bahréin.

Por su parte, Barack Obama redujo las fuerzas militares estadounidenses en el Irak y se ha apuntado  a concluir la guerra en Afganistán,  el conflicto bélico más longevo en las historia de los Estados Unidos (Amr Ruiz, idem). Le falta al Presidente recién reelecto alejarse   de las políticas tradicionales que por décadas aliaron a los Estados Unidos de América  a dictadores y tiranos de la región árabe (Amr Ruiz, idem),  en particular, las monarquías del Golfo Pérsico,  tan dañinas como el terrorismo islámico, alumbrado, paradójicamente,  hasta por algunas de esas satrapías.    

Lo cierto es que la mediación egipcia hay que celebrarla;  constituye un positivo síntoma que induce a creer en la moderación de un gobierno, el cual  ha de regir los destinos de una civilización milenaria. 

A Egipto y a los gobiernos emergentes de la Primavera Árabe hay que acercarlos a Occidente, cooperando con ellos en la construcción gradual de nuevas instituciones políticas,  económicas, culturales y religiosas. Ni alcanzando su propia independencia energética,  Estados Unidos de América puede aislarse del Medio Oriente, puesto que la democracia y los derechos humanos representan la única esperanza de la comunidad internacional.   

Ronald Obaldía González (Opinión estrictamente personal)