CIENCIAS
(DI) SOCIALES.
Debo
aceptar que de nuestras frustraciones por bastantes años, ha sido el comprobar
el insuficiente interés de la psicología y de las ciencias políticas de fusionar,
en el marco fundamental de la filosofía y las ciencias sociales, buena parte de sus postulados, conceptos y métodos
de investigación, a fin de ahondar todavía más en el conocimiento de las
motivaciones, emociones y percepciones del público alrededor de la realidad y
los hechos políticos.
Por
sí solas, ambas disciplinas demuestran poseer serias limitaciones en la
aproximación de conclusiones acertadas, en cuanto a la valoración del
comportamiento individual y colectivo frente a realidades y contextos particulares
de carácter social, político y cultural, presuponiendo la íntima interrelación
e interdependencia existente entre el
mundo subjetivo (el pensamiento y el comportamiento) y el objetivo, compuesto
por la integración de los hechos naturales
y humanos.
Esta
vez, partiremos de la anterior reflexión,
a fin de aventurarnos, con las previas disculpas
para los psiquiatras y los psicólogos, al ejercicio de ir más allá de una enfermedad
que en clínica tales facultativos llaman “hipocondría”. Un trastorno conductual, el cual atrajo
nuestra atención, ya que no pocas
personas, con menor o mayor intensidad,
lo arrastra, lamentablemente, en sus
vidas. Tampoco recomiendo obsesionarse
con el padecimiento, ya sea que algún síntoma nos acaricie en nuestro diario
vivir, pues esto no resta que seamos precavidos.
Nos
encontramos en Internet una definición sencilla sobre tal enfermedad, apenas apropiada
para este ejercicio de hoy. Dice así: Hipocondría “es una creencia (autoinfundada)
de un individuo, de que determinados
síntomas físicos son signos de una enfermedad grave, incluso cuando no exista ningún
dato médico para respaldar la presencia de una enfermedad”. Continúa explicando
el autor de la definición que las personas con tal trastorno están
permanentemente “preocupadas por su salud física y tienen un miedo irreal de
tener una enfermedad grave”.
Los
hipocondriacos desatienden el diagnóstico
de su especialista, quien infructuosamente trata de convencerlos de la ausencia
de enfermedad. Entonces, en el paciente comienza
un ciclo de síntomas y elevado temor, el
cual puede ser difícil de detener.
A menudo el
trastorno es prolongado (crónico). Y a causa de su reacción reiterativa, los hipocondriacos
habrán de colocarse en posición de alta vulnerabilidad, tal que los síntomas
físicos de la enfermedad (autoinfundada o imaginaria) puede hacerlos más propensos a afectarlos.
Así por ejemplo, metimos en la cabeza la idea infundada de
poseer cáncer. En efecto, por ese temor, el cual nos ha obsesionado abundantemente, puede que aparezca la afección
en el cuerpo. Ahora sí, nuestro
pensamiento autodestructivo llamó lo indeseado.
El
rubor o miedo, iniciado como un hecho psíquico transitará luego a un cambio somático visible y evidente, cuyo tratamiento
a todas luces llegará a ser complicado.
Razón tuvieron los griegos en la Antigüedad al hacer referencia (irrefutable)
de la unión íntima entre mente y cuerpo. La calidad de nuestro cuerpo o vida son la
clase de ideas que albergamos en la mente.
Al igual acontece con los cuerpos sociales. Si abrigamos ideas de justicia,
concordia, esperanza y de bienestar habrá elevadas probabilidades de conquistar
sociedades prósperas y libres. Esta actitud está lejos de negar nuestra capacidad crítica
frente a lo incorrecto e indebido, siempre que el verdadero espíritu crítico sea
para conducirnos a todos por la vía del mejoramiento y crecimiento en virtud.
Valga lo
anteriormente anotado para alertar sobre las agudas señales de hipocondría, manifiestas en las redes sociales y en un
grupo minoritario de académicos y creadores de opinión, apologistas de catástrofes y odiosas lecturas e
interpretaciones del desempeño del sistema político y económico costarricense.
La
hipocondriasis de los apologistas del conflicto social, los pone a alucinar
tanto, que solo observan una Costa Rica portadora
de todos los males habidos y por haber, incluida la “inminente” confrontación. ¿“Entre
quienes”?, puesto que la mayoría de los ticos
perciben la reducción de la desigualdad social (La Nación, 10 –Vll-2013). Es decir, “tocamos fondo”, según ellos, al extremo de asemejarnos con la dolorosa realidad de las naciones europeas, económicamente desaceleradas;
las naciones del Medio Oriente, abatidas por explosiones sociales; o, Brasil y Turquía.
Días atrás, un papanatas por ahí se daba
gusto confundiendo la violencia del narcotráfico de varios países
latinoamericanos con los hechos criminales de acá.
Al igual que
los hipocondriacos descalifican los diagnósticos del médico, los catastrofistas,
sus primos hermanos, desvalorizan los dictámenes de los distintos
organismos y agencias internacionales, cuyos resultados corroboran la buena
salud de la democracia costarricense, en particular la estabilidad y seguridad jurídica,
así como la innovación de su aparato productivo. Hasta la criticada San José fue ubicada,
recientemente, por una revista inglesa entre las seis capitales más agradables dentro
del segmento de los países en desarrollo.
A finalizar
este comentario, en lo personal albergaré la confianza en la cordura de las
universidades nacionales, particularmente de las autoridades de las facultades
de ciencias sociales, tal que seamos testigos, cuanto antes, de la reflexión
exhaustiva de los programas de estudio; y en curso la psicología política llegué a ser asignatura
obligada para algunos docentes, estudiantes, lo mismo que para varios de sus
egresados. Pues últimamente tengo la sensación que de allí sale un tufo
extraño.
Ronald
Obaldía González (Opinión personal).
Jorge Arturo Sánchez Bolaños escribió:
ResponderEliminarEn algunas partes coincido con su opinión personal amigo. Pero tan mala es la hipocondriasis inventando "enfermedades sociales y económicas", como aquel que la descarta del todo. Sin temor de estar en alguno de esos dos extremos, en mi opinión personal, yo pienso que en nuestra CR no estamos tocando fondo como apuntarían algunos medios escritos y televisivos amarillistas; pero tampoco considero que la realidad nacional sea la que apuntan "los dictámenes de los distintos organismos y agencias internacionales". El país ha tenido muchos logros, que el pueblo los agradece; pero el asunto es que éstos se han visto opacados por las malas decisiones de algunos políticos, que olvidan que existe un pacto social y que "fulano, sutano, mengano y perensejo", fueron los que los llevaron al gobierno. Creo que los psiquiatras ni los psicólogos podrían contestarnos este comportamiento de los políticos y del pueblo inconforme. Habría que leer el nuevo libro de Constantino Urcuyo, para que nos dé alguna aproximación.
Lourdes Montero Gómez escribió:
ResponderEliminarExcelente y muy acertado su comentario sobre todo donde se exalta la mala noticia por los medios, y el balance es bueno comparado con otras regiones y paíse del mundo.
Gracias Don Ronald.
Jimmy Bolaños Gonzalez escribió:
ResponderEliminarCreo que algunos somos especialistas en ver siempre el vaso medio vacio, el punto negro en la sabana blanca...
No obstante, aunque hay algo de hipocondriaco en el comportamiento costarricense, no menos cierto es que hay un acumulado de insatisfacción enorme con el sistema de representación política que tenemos, con el acumulado de problema en infraestructura, sistema de transporte público, sistema educativo, sistema de salud, desigualdad social creciente, etc. y eso solo se resuelve con más democracia...
Jimmy