domingo, 14 de julio de 2013

CIENCIAS (DI) SOCIALES.


CIENCIAS (DI) SOCIALES.

Debo aceptar que de nuestras frustraciones por bastantes años, ha sido el comprobar el insuficiente interés de la psicología y de las ciencias políticas de fusionar, en el marco fundamental de la filosofía y las ciencias sociales,  buena parte de sus postulados, conceptos y métodos de investigación, a fin de ahondar todavía más en el conocimiento de las motivaciones, emociones y percepciones del público alrededor de la realidad y los hechos políticos.    

Por sí solas, ambas disciplinas demuestran poseer serias limitaciones en la aproximación de conclusiones acertadas, en cuanto a la valoración del comportamiento individual y colectivo frente a realidades y contextos particulares de carácter social, político y cultural, presuponiendo la íntima interrelación e interdependencia  existente entre el mundo subjetivo (el pensamiento y el comportamiento) y el objetivo, compuesto por  la integración de los hechos naturales y humanos.  

Esta vez,  partiremos de la anterior reflexión, a fin de aventurarnos,  con las previas disculpas para los psiquiatras y los psicólogos,  al ejercicio de ir más allá de una enfermedad que en clínica tales facultativos llaman “hipocondría”.  Un trastorno conductual, el cual atrajo nuestra atención, ya  que no pocas personas,  con menor o mayor intensidad, lo arrastra, lamentablemente,  en sus vidas.  Tampoco recomiendo obsesionarse con el padecimiento, ya sea que algún síntoma nos acaricie en nuestro diario vivir, pues esto no resta que seamos precavidos.    

Nos encontramos en Internet una definición sencilla sobre tal enfermedad, apenas apropiada  para este ejercicio de hoy.  Dice así: Hipocondría “es una creencia (autoinfundada)  de un individuo, de que determinados síntomas físicos son signos de una enfermedad grave, incluso cuando no exista ningún dato médico para respaldar la presencia de una enfermedad”. Continúa explicando el autor de la definición que las personas con tal trastorno están permanentemente “preocupadas por su salud física y tienen un miedo irreal de tener una enfermedad grave”.

Los hipocondriacos desatienden el  diagnóstico de su especialista, quien infructuosamente trata de convencerlos de la ausencia de enfermedad. Entonces, en el paciente  comienza  un ciclo de síntomas y elevado temor, el cual puede ser difícil de detener.  

A menudo el trastorno es prolongado (crónico). Y a causa de su reacción reiterativa, los hipocondriacos habrán de colocarse en posición de alta vulnerabilidad, tal que los síntomas físicos de la enfermedad (autoinfundada o imaginaria)  puede hacerlos más propensos a  afectarlos.

 Así por ejemplo,  metimos en la cabeza la idea infundada de poseer cáncer. En efecto, por ese temor, el cual nos ha obsesionado  abundantemente, puede que aparezca la afección en el cuerpo.  Ahora sí, nuestro pensamiento autodestructivo llamó lo indeseado.  

El rubor o miedo, iniciado como un hecho psíquico transitará luego a  un cambio somático visible y evidente, cuyo tratamiento a todas luces llegará a ser complicado.   Razón tuvieron los griegos en la Antigüedad al hacer referencia (irrefutable)  de  la unión íntima entre mente y cuerpo.  La calidad de nuestro cuerpo o vida son la clase de ideas que albergamos en la mente.

Al igual acontece con los cuerpos sociales. Si abrigamos ideas de justicia, concordia, esperanza y de bienestar habrá elevadas probabilidades de conquistar sociedades prósperas y libres. Esta actitud  está lejos de negar nuestra capacidad crítica frente a lo incorrecto e indebido, siempre que el verdadero espíritu crítico sea para conducirnos a todos por la vía del mejoramiento y crecimiento en virtud.   

Valga lo anteriormente anotado para alertar sobre las agudas señales de hipocondría,  manifiestas en las redes sociales y en un grupo minoritario de académicos y creadores de opinión,  apologistas  de catástrofes y odiosas lecturas e interpretaciones del desempeño del sistema político y económico costarricense.

La hipocondriasis de los apologistas del conflicto social, los pone a alucinar tanto, que solo observan  una Costa Rica portadora de todos los males habidos y por haber, incluida la “inminente” confrontación. ¿“Entre quienes”?,  puesto que la mayoría de los ticos perciben la reducción de la desigualdad social (La Nación, 10 –Vll-2013).  Es decir, “tocamos fondo”, según ellos,  al extremo de asemejarnos con la dolorosa  realidad de  las naciones europeas, económicamente desaceleradas; las naciones del Medio Oriente, abatidas por explosiones sociales; o, Brasil y Turquía.  Días atrás, un papanatas por ahí se daba gusto confundiendo la violencia del narcotráfico de varios países latinoamericanos con los hechos criminales de acá.     

Al igual que los hipocondriacos descalifican los diagnósticos del médico, los catastrofistas, sus primos hermanos,   desvalorizan los dictámenes de los distintos organismos y agencias internacionales, cuyos resultados corroboran la buena salud de la democracia costarricense, en particular la estabilidad y seguridad jurídica, así como la innovación de su aparato productivo.  Hasta la criticada San José fue ubicada, recientemente, por una revista inglesa entre las seis capitales más agradables dentro del segmento de los países en desarrollo.  
A finalizar este comentario, en lo personal albergaré la confianza en la cordura de las universidades nacionales, particularmente de las autoridades de las facultades de ciencias sociales, tal que seamos testigos, cuanto antes, de la reflexión exhaustiva  de los programas de estudio;  y en  curso  la psicología política llegué a ser asignatura obligada para algunos docentes, estudiantes, lo mismo que para varios de sus egresados. Pues últimamente tengo la sensación que de allí sale un tufo extraño.           

Ronald Obaldía González  (Opinión personal).     

 

 

 

     

 

 

3 comentarios:

  1. Jorge Arturo Sánchez Bolaños escribió:

    En algunas partes coincido con su opinión personal amigo. Pero tan mala es la hipocondriasis inventando "enfermedades sociales y económicas", como aquel que la descarta del todo. Sin temor de estar en alguno de esos dos extremos, en mi opinión personal, yo pienso que en nuestra CR no estamos tocando fondo como apuntarían algunos medios escritos y televisivos amarillistas; pero tampoco considero que la realidad nacional sea la que apuntan "los dictámenes de los distintos organismos y agencias internacionales". El país ha tenido muchos logros, que el pueblo los agradece; pero el asunto es que éstos se han visto opacados por las malas decisiones de algunos políticos, que olvidan que existe un pacto social y que "fulano, sutano, mengano y perensejo", fueron los que los llevaron al gobierno. Creo que los psiquiatras ni los psicólogos podrían contestarnos este comportamiento de los políticos y del pueblo inconforme. Habría que leer el nuevo libro de Constantino Urcuyo, para que nos dé alguna aproximación.

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  2. Lourdes Montero Gómez escribió:

    Excelente y muy acertado su comentario sobre todo donde se exalta la mala noticia por los medios, y el balance es bueno comparado con otras regiones y paíse del mundo.
    Gracias Don Ronald.

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  3. Jimmy Bolaños Gonzalez escribió:

    Creo que algunos somos especialistas en ver siempre el vaso medio vacio, el punto negro en la sabana blanca...

    No obstante, aunque hay algo de hipocondriaco en el comportamiento costarricense, no menos cierto es que hay un acumulado de insatisfacción enorme con el sistema de representación política que tenemos, con el acumulado de problema en infraestructura, sistema de transporte público, sistema educativo, sistema de salud, desigualdad social creciente, etc. y eso solo se resuelve con más democracia...

    Jimmy

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