miércoles, 31 de octubre de 2012

EL LICEO RODRIGO FACIO BRENES, PROTAGONISTA DEL DESARROLLO COMUNAL

EL LICEO RODRIGO FACIO BRENES, PROTAGONISTA DEL DESARROLLO COMUNAL.

Hemos comentado en los artículos anteriores acerca del rol preponderante del Liceo Rodrigo Facio en el desarrollo de la educación, cultura y voluntariado de comunidades adyacentes al distrito de Zapote, tales como, San Francisco de Dos Ríos, Curridabat, así también en vecindarios del sur de la ciudad de San José, cuyos jóvenes fueron los destinatarios de las lecciones de alta calidad, impartidas por los profesores de la naciente institución, quienes a la vez fueron gestores de proyectos extracurriculares, que agregaban valor al proceso de aprendizaje de los alumnos.
Fueran estos la elección del gobierno estudiantil, la Fiesta del maíz, los festivales deportivos intercolegiales, el campeonato de futbol del Liceo, las competencias atléticas en nuestra improvisada pista interna, los diálogos con los candidatos presidenciales nacionales en 1973, los eventos artísticos y musicales, los concursos de oratoria, la exposición de obras literarias universales, la edición del periódico, el altruismo de los estudiantes en el mejoramiento de la infraestructura de nuestro centro de enseñanza, los conciertos y bailes estudiantiles, los murales levantados en las paredes, la fundación de la Juventud Obrera Católica (JOC), el Movimiento Juvenil Cristiano y de la Casa de la Juventud, después la construcción del Estadio, etcétera, todos ellos, contribuyeron notablemente a crear una consciencia juvenil favorecedora del conocimiento, de los valores cívicos, éticos y humanistas, razón por la cual el Rodrigo Facio nada tenía que envidiarle a otras instituciones escolares de más antigüedad y tradición, menos a las instituciones privadas.
Hicimos recuentos de los esfuerzos de la emprendedora sociedad civil zapoteña por hacer una realidad la construcción del colegio, adelantándose de este modo a otras comunidades del país, de mayores recursos y mayor población, pero que en su agenda local la naturaleza de tal proyecto educativo estaba, tal vez, ausente de sus prioridades.
La Junta Administrativa, como la actual, siempre trabajó arduamente por el progreso, no solo del colegio, sino que también por la prosperidad del distrito zapoteño. En aquella generación de líderes, que sobresalieron entre las décadas de 1950 y 1980, sobraba la pasión y el espíritu de servicio al prójimo.
Ellos se convirtieron en un modelo psicosocial sumamente constructivo para los estudiantes y demás jóvenes, inclinados a seguir sus pasos. Por muchos años, Zapote consiguió consolidar una activa y sólida dirigencia comunal, la cual cobró fuerza e influencia sorprendentes con la fundación del colegio y otras entidades locales, generadoras de servicios públicos, a saber, el centro de nutrición, la instalación de la Cruz Roja, el mejoramiento de las instalaciones policiales, las remodelaciones a la iglesia Católica, así como las reparaciones de caminos, en el alumbrado y los acueductos.
Por su parte, los educadores de la Escuela Napoleón Quesada y de la emergente institución secundaria se sumaban a los esfuerzos de la sociedad civil, tanto por aumentar la calidad de la enseñanza, como en la creación de edificios públicos e infraestructura que beneficiara a la totalidad de los habitantes.
En ese hermoso clima de solidaridad e ideales de progreso tampoco estuvieron ausentes las desavenencias y las diferencias en la visión de los intereses, sobre todo, por la limitación de los recursos presupuestarios, lo cual impedía satisfacer todas las necesidades y deseos comunitarios.
Una de estas contradicciones surgió a raíz del sueño de doña Lía Gómez de Brenes, Directora del colegio, de construir la biblioteca pública, justo, al oeste de la desaparecida plaza de futbol; iniciativa que por cierto contó la oposición de los patricios zapoteños, fundadores de nuestra privilegiada institución, por cuanto ellos se inclinaron, de manera decidida, por la construcción de la Capilla Funeraria.
Hubo un pulso de poderes e influencias entre la recordada Directora y aquellos nobles caballeros, miembros también de la Junta Administrativa del liceo; quienes, al igual que la educadora, demasiado bien hicieron por Zapote. Finalmente, en el forcejeo salió airosa dicha Junta, la cual logró superar las criterios adversos de un grupo de gente, que respaldaba el proyecto de la biblioteca, la cual años después fue edificada.
Actualmente, tanto la Capilla Funeraria como la Biblioteca Pública son organizaciones que proporcionan enormes beneficios y colaboraciones a las familias de Zapote y de otras localidades circunvecinas, por lo que el mérito de sus existencias partió de la visión y buena la voluntad de todos los sectores que intervinieron, desde sus diferentes competencias, en la fundación y crecimiento de uno de los mejores centros de enseñanza de Costa Rica.

Ronald Obaldía González

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