RELIGIÓN Y MARXISMO
El marxismo, como cosmovisión y concreta situación de la humanidad con la naturaleza, excluye u oculta los Libros del Antiguo y Nuevo Testamento entre sus fuentes y partes integrantes, al tiempo que desde sus orígenes - a través de la práctica doctrinaria, también - menospreció y descalificó la Revelación, como verdad.
En cambio, la teoría filosófica del conocimiento va más allá. Ésta llega a reconocer cuatro verdades (o saberes). Además de la Revelación (o el saber religioso), postula tres adicionales: el empírico (o el popular), el científico y el filosófico.
“La religión es el opio de los pueblos” fue la respuesta de Carlos Marx en 1844 – frase trillada - en sus réplicas a la filosofía alemana de Hegel, en la que el idealismo y la filosofía del espíritu ocupó un lugar primordial, dada la influencia que tuvo la religión en cierta fase del pensamiento “espiritual” del hegelianismo.
Del idealismo y de la confianza en “el espíritu universal, el cual domina al mundo”, nunca se pudo desprender fácilmente la filosofía alemana de Hegel, sobre todo, en un continente europeo cristiano. Entretanto dicha escuela filosófica, que como antes cité, contribuyó sobremanera con el marxismo científico, especialmente, en cuanto a la construcción del concepto de la dialéctica, componente clave del método de interpretación y de demostración histórica de Marx, por el cual concluyó que la lucha de clases sociales (o antagonismo) había sido la constante “ley objetiva”, predominante en la historia de la civilización humana.
En el contexto histórico de la “lucha de clases”, la religión representaba para el filósofo del comunismo, “el suspiro de la criatura oprimida”, el sentimiento del ser humano, inmerso en “un mundo sin corazón”. La religión era sinónimo de “felicidad ilusoria”, un estado psicológico que a través del triunfo de la revolución proletaria había que transformar “en felicidad real”, esto es, la sociedad sin clases, sin propiedad privada, “en que cada cual recibirá según su necesidad”.
Para Marx y Federico Engels, en la construcción de su doctrina apenas confluyeron la filosofía clásica alemana, las tesis de los socialistas utópicos y los postulados de la economía política inglesa, elaborados principalmente por David Ricardo y John Smith en los Siglos XVlll y XlX; justamente, los ideólogos de la teoría del mercado y el librecambismo capitalista.
El marxismo se niega a reconocer la influencia, dentro de sus principales presupuestos, específicamente, el materialismo histórico y dialéctico - éstos concebidos como una explicación global del mundo, el ser humano en particular y la historia sobre la única base de la materia existencial - de la sabiduría, la ética y los preceptos religiosos relativos a la libertad y la justicia, así como de la búsqueda de una sociedad amorosa y solidaria (la santidad y la caridad), verdades inscritas más de cuatro milenios atrás por la tradición judeo – cristiana.
Lo último es “la oferta” revelada del Hacedor. La cual necesariamente habrá de dar fruto en comunidad humana, lo que en esencia es cambio histórico, - al igual que Marx lo formulaba - , sobre todo, que la Alianza hubo de comenzar a tener contenido y forma con la aflicción de los hijos de Israel en Egipto (Éxodo 1), de donde Jehová los liberó de la esclavitud, bajo la promesa de iniciar con ellos una historia nueva: la Tierra Prometida, reservada además a la humanidad entera en el mundo material.
Ciertamente, el marxismo abstrae la convicción de una sociedad “más justa”, pero desde la visión estrictamente materialista, al destacar el ascenso del socialismo - “el poder del Estado por parte del proletariado” - , según esa doctrina, como ley histórica, revolucionaria e irrefrenable.
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La lucha de clases sociales - dice Marx - desaparecerá una vez que el proletariado (en el sistema capitalista) tome consciencia histórica de su realidad objetiva de clase subordinada, en medio de una relación social de producción, creada por la sociedad dividida en dos clases “irreconciliables”: la propietaria de los medios de producción y “aquella que vende su fuerza de trabajo en situación desventajosa”, como única posesión en su vida.
Todo ello adquiere su propia dinámica política y económica, “de dominación”, en que el proletariado, o la clase obrera en la era del capitalismo, la heredó de “sus precursores oprimidos”, fueran los esclavos y luego los siervos del sistema feudal.
A través del presupuesto del materialismo dialéctico (en unidad con la lucha de clases), se identifican las contradicciones ideológicas y del pensamiento desde la Era Antigua hasta la Moderna, lo que para la tradición judeo - cristiana podría ser en la Tierra la creciente tensión o la dicotomía entre el amor y el odio, el bien y el mal, el monoteísmo y la idolatría, etcétera, siempre presentes en la sociedad.
A pesar de ello, al morar (en este mundo) bajo la sombra del Omnipotente (Salmo 91) ha de alcanzarse la Esperanza y el castillo del “Todos” – “la felicidad real” para Marx - como fundamento del devenir, es decir, el cumplimiento de una verdad y promesa misericordiosa – ajena a lo conseguido por la revolución armada y violenta del marxismo leninismo - afirmada en nuestro aquí, con el auxilio de la fe, la razón y el espíritu superior e infinito, y después será afirmada en la trascendencia, la cual corresponde a los cielos.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
J.Gaitan: Saludos Ronald, este articulo, me lleva a compreder más algunas situaciones que se viven hoy dentro del ambiente nacional, donde grupos extranjeros tratan de armar luchas internas, fundamentados en la FE, pero con ideológias Marxistas...
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