miércoles, 2 de noviembre de 2011

MISCELÁNEAS DE POLÍTICA INTERNACIONAL.

MISCELÁNEAS DE POLÍTICA INTERNACIONAL.

Hemos quedado satisfechos con los gloriosos acontecimientos de octubre del 2011, un mes que sería injusto que pase  desapercibido, habida cuenta de  la caída en Libia del déspota  Muammar Gaddafi.  Lo cual puede vaticinar  “el efecto dominó”, esto significa, la pronta desaparición de  Bachard al Assad en Siria, sean  las oscurantistas monarquías arábigas, sean las tiranías del África. Ni que decir  América Latina, donde es fertilizada “la hipótesis de dictadores” , cuyo paso al  rango de teoría, puede ser este 6 de noviembre, si ha de resultar  vencedor  Daniel Ortega en las elecciones presidenciales de Nicaragua.    
Poco interesan las circunstancias de la muerte de Gaddafi.  Eso sí, en adelante hay que superar con obras políticas  palpables, las desafortunadas declaraciones de  Mustafá Abdeljalil, el presidente del Consejo Nacional de Transición, quien  reiteró en su discurso de la victoria que la nueva Libia, “en tanto que país islámico, adoptará la sharia (ley islámica) como ley esencial”. De ser así, en vano ha sido entonces tanto derramamiento de sangre, en cuanto  alcanzar la emancipación y la libertad en esa rica nación petrolera, fuente además de desmedidas codicias. Hagamos un repaso de Argentina. Si hay realidades políticas peregrinas en América Latina, hay que remitirse a la política de esa nación. El peronismo, otrora un movimiento nacional, modernista y populista,  fundado por el presidente Juan Domingo Perón (1895 – 1974), sobreviviente desde la década de 1940, a pesar de su desacoplamiento ideológico, continúa siendo un factor determinante en el sistema político de esa culta nación suramericana.
 Hecho un Tótem o leyenda  para millones de argentinos. A esto contribuyeron el carisma de Perón y su Partido Justicialista y, de forma singular,  los recuerdos indisolubles de su primera esposa Eva (o Evita), que parecieran  haber “reencarnado” en la pareja gobernante: Néstor Kirchner (ya fallecido) y Cristina Fernández viuda de Kirchner, reelecta Presidenta la semana pasada, por una aplastante mayoría de votos.
Todo este triunfo electoral descansa en el aura demo-sentimental del peronismo clásico, el cual hace causa común con la muerte repentina de su marido y con el ruido de ciertos (y ficticios) logros económicos, derivados de la gestión de gobierno de la pareja presidencial, cuyo patrimonio familiar evidencia cifras generosas.     
El peronismo  nació como un proyecto político anti-estadounidense. Por cierto, valga la digresión, a efecto de señalar la solapada participación de Juan Domingo Perón y del  dictador español Francisco Franco en “el Cardonazo” de Costa Rica en 1949 (Alberto Cañas Escalante), un evento que puso en peligro la vigencia de los principios de la revolución social de 1948. 
 Tras su cercanía con el fascismo alemán, previo a la Segunda Guerra Mundial, Perón se ganó la hostilidad de las naciones aliadas, en particular la de los comunistas, respaldados por la desaparecida Unión Soviética, así como de los Estados Unidos de América, que replicaba las nacionalizaciones de sus empresas radicadas en Argentina.
Razón de peso, para que el Presidente Perón fuera derrocado por los militares en 1955, en medio de una confabulación orquestada por la Embajada estadounidense y las élites oligárquicas agroexportadoras. 
Entre los suplicios del peronismo se registran también la sucesión de esotéricos personajes de la talla José López Rega, “ leal” colaborador de la Presidenta María Estela Martínez de  Perón (1974 – 1976),  la segunda esposa del caudillo, y que estuvo a miles de kilómetros de distancia de emular las hazañas de Evita.
María Estela y López Rega, tan siniestros, que, entre otras cosas,  sentaron las bases de la represión que siguió “al proceso de reorganización nacional”; el útil  “recurso del método” de la Fuerzas Armadas argentinas para la eliminación de dirigentes opositores, tanto peronistas (disidentes) como izquierdistas.   
Más acá apareció en la escena peronista  la figura del Presidente Carlos Menem (1989 – 1999), político opaco, acusado de innumerables hechos de corrupción; sin dejar de lado su sospechoso comportamiento frente a los ataques terroristas, planificados  contra la Embajada de Israel  y la Asociación Mundial Israelita Argentina, en 1992 y 1994 respectivamente.
Contrario a la línea del peronismo histórico, Menem adoptó “el Consenso de Washington”, a fin de liberalizar la economía argentina, por lo que inició una cadena de privatizaciones de las empresas estatales, de lo cual allegados suyos se aprovecharon, sin pudor.
Menem entró en una fase “de relaciones carnales” con los Estados Unidos de América. De ahí, la animadversión que los Kirchner le han profesado, pues la pareja del poder prefirió sus lazos con el ALBA de Hugo Chávez, a quien evitan criticar, dado que los petrodólares venezolanos han venido a desahogar la complicada situación financiera argentina, la cual se remonta a la gestión de la fumigada presidenta María Estela Perón, quien continúa resistiéndose a rendir cuentas ante  la   justicia de su país, por los actos de corrupción y las violaciones a los derechos humanos durante su  gobierno.
Más allá de las fronteras de  Libia. “Hoy Muammar Gaddafi; mañana Wall Street”, lo invocan los Indignados en New York.  Wall Street, la máxima expresión del “capitalismo salvaje”, o avariento (Juan Pablo ll), quien  da señales de erosión de sus bases; sobre todo, de aquel postulado, relacionado con el ánimo inescrupuloso de alcanzar  lucro. Según lo cual,  mueve la actividad productiva y comercial, ello  tan vociferado por los economistas (extremadamente) neoliberales, despreocupados de la desigualdad social. 
En cambio, tal dogma es hoy objeto de significativos cuestionamientos, hasta por los propios estadounidenses y europeos. Se estremecen  las oficinas de los agiotistas de Wall Street. Se estremecen también los Bancos del sistema financiero internacional y sus ejercicios especulativos.
Frente a ello, el FMI y el Banco Mundial  modificaron el pensamiento, éste difiere de la política de ajustes estructurales de la década de 1980.  Sus programas y estrategias han dado un giro interesante, así obligadas porque esas entidades supranacionales carecen de la autoridad moral para clonar lo de la década pérdida, desmentida esta vez por los desequilibrios y desajustes fiscales y monetarios de Europa.
En cuanto a política multilateral, solo resta que las Naciones Unidas y la  Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se decidan a fijar una zona de exclusión aérea en Siria, lo que puede ser el primer anuncio para derrocar al demonio de Siria. ¡Qué continúe la fiesta!

Ronald Obaldía González (opinión personal)

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