martes, 15 de noviembre de 2011

UN VISTAZO A EUROPA

Un vistazo a Europa.
Las vicisitudes de Europa distan de recaer únicamente en los desequilibrios  fiscales y las monumentales deudas financieras que hace tiempo arrastran Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia,  y quizás Francia. Tampoco llega a ser convincente el viejo  argumento, bastante debatido tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial,   de achacar las responsabilidades  de la presente inestabilidad económica y bancaria a los gobiernos de corte socialdemócrata, conservador o neoliberal.  
El talón de Aquiles de la nueva Europa, integrada, por ahora, bajo “un techo común”, ha sido el haber dejado de producir  filosofía, humanismo y teoría política, así como el haber negado  su decadencia después de la Primera Guerra Mundial,  cuando gradualmente se iba agotando la colonialista Gran Bretaña, descreída de la erosión de su privilegiada posición  de  primer potencia política, económica y militar a nivel global.
La versión del Siglo XX de la doctrina “de la estabilidad y el equilibrio de poderes”, la cual,  a mi juicio, creó las condiciones del fascismo y el nacionalismo alemán, vino a deteriorar, todavía más, el comportamiento hegemónico del viejo continente, por cuanto aquel tipo de diplomacia intensificó las contradicciones y los antagonismos entre sus principales potencias.  A la postre, el fenómeno   facilitó el surgimiento de los Estados Unidos de América que vino a llenar ese vacío de poder, causado por los propios europeos, luego de la Segunda Gran Guerra; al extremo que llegaron a depender de la asistencia financiera “del nuevo coloso”, con la puesta en marcha del Plan Marshall.  
La revolución bolchevique rusa de 1917 le asestó también un severo golpe a Europa.  Durante la Guerra Fría,  su defensa política y militar recayó en Washington; era el único quien podía disuadir los apetitos imperialistas del “oso soviético”, demasiado temido por los ingleses, franceses y alemanes, entre otros. Por otra parte,  la  doctrina del equilibrio de poderes entraba en cuidados intensivos frente a la amenaza del enemigo comunista, cuyo poderío constituía mayor peligro que las rivalidades históricas y  domésticas europeas.  
El bipolarismo hegemónico, representado por los Estados Unidos de América y la desaparecida Unión Soviética,  fue  más allá de las disputas ideológicas, puesto que al repartirse el mundo, las ambiciones alcanzaron la esfera estratégica militar, la innovación científica y tecnológica, la cohesión política, económica y geográfica.  En todo lo cual, la Europa de la posguerra perdía competitividad, se rezagaba, sobre todo, a causa del trauma y la humillación de la partición “del techo común”, cuya parte Oriental, a estas alturas un fardo pesado,  caía en las manos del totalitarismo comunista. 
Las décadas que componen la Guerra Fría significan la prolongación de una realidad insoportable para Europa, quien perdía  autosuficiencia e independencia política y social. Si no hubiera sido por la protección de los Estados Unidos de América durante ese periodo de división global, posiblemente, la inestabilidad e inconstancia que presenciamos ahí, hubiera sido una catástrofe hoy, dados los limitados arrestos de los europeos en recuperar el poderío que ostentó en el Siglo XlX y más atrás.    
La ausencia de líderes visionarios de la talla de Deng Xiaoping, Ronald Reagan o bien  de un Mijail Gorbachov en Europa, que sí afrontaron tanto la situación doméstica como internacional, específicamente “los cambios complejos y profundos”,  terminó de agravar su déficit  de pensamiento filosófico y político.  El viejo continente abandonó el legado humanista y civilizatorio del Renacimiento y de la Ilustración, así como las lecciones del marxismo, como pensamiento contestatario.
Tal  belleza ideológica  llegó a ser sustituida por las recetas organicistas y economicistas  de  los burócratas y los tecnócratas (a veces en yunta con los avaros como la Thatcher o despilfarradores como Berlusconi y Papandréu), rectores del esquema de integración (“eurocentrista”) de la Unión Europea, que, con frecuencia, ha puesto en tensión las interrelaciones políticas, económicas y culturales del bloque comunitario con el resto de la comunidad internacional. Apenas, menciónese los subsidios a la producción agrícola, los cuales representan una de las tantas fuentes de serias fricciones con las naciones exportadoras de materias primas.   
En cambio,  las fogosas regiones del Asia Pacífico, la India y la propia América Latina,  buscando la superación de los factores de conflicto, así como   las estructuras políticas, sociales  y económicas tradicionales, implantadas, precisamente, por los antiguos imperios colonialistas de Europa que las mantuvieron en vilo por varios siglos – y a pesar a pesar de las complejidades, desigualdades y retrocesos - ;  no cejan en sus empeños  por revisar su historia y los  postulados ideológicos, casi un ejercicio de “aggiornamento”. Todo  lo cual, ha comportado la  renovación y la sanación de sus economías y de los sistemas de gobierno, ésto sin perder de vista sus propias realidades particulares.  Sobre la base de la profunda reflexión ideológica y política, ambas regiones en comentario parecieran poseer un mejor destino  que una Europa, alarmada por el riesgoso curso de su eurozona, ésta al borde de la  “eurodebacle”.    
Ronald Obaldía González (opinión personal)
http://colegiocpricr.blogspot.com/

1 comentario:

  1. COMENTARIO DEL SEÑOR ADOLFO CONSTENLA ARGUEDAS, DIPLOMÁTICO COSTARRICENSE.

    Don Ronald: Le envío un cordial saludo. Espero que esté muy bien. Me gustó mucho este artículo y, creo, que su visión de que la crisis de Europa se debe a que dejó de producir filósofos y estadistas es una realidad actual que le está pasando factura a ese continente.
    Creo que los europeos se han dedicado a volverse proteccionistas, en muchos ámbitos, y han dejado de "exportar" sus modelos de pensamiento y se han concentrado, unicamente, en aspectos meramente mercantilistas. Ese es un error actual, al dejar de lado lo que caracterizó a Europa desde la antiguedad, como cuna del pensamiento occidental.
    De 1990 a la actualidad no se conoce de grandes pensadores, estadistas o filósofos europeos que hayan resaltado de modo importante.
    Una única excepción, a mi parecer, puede ser Anthony Giddens y su revolución a la socialdemocracia europea con su "Tercera vía", que le dio importantes réditos al Partido Laborista inglés, pero que, a la larga, terminó desacreditada con el pepel desafortunado de Tony Blair durante la invasión de Iraq.
    Fuera de eso, Europa, en los últimos años abandona su rol de creador de cultura y pensamiento, para ser un actor, fundamentalmente, económico. Una clara señal de ello es como han dejado de ser cooperantes internacionales con sus antiguas zonas de influencia, como el caso de América Latina. Sea como sea, esa influencia, que ejercían en América, sirvió de luz para que se desarrollaran importantes movimientos reformistas, literarios y culturales en nuestro continente. En este sentido, me parece que Europa debería retomar el papel que, históricamente ha jugado en el desarrollo de la sociedad occidental y retomar la idea, desarrollada en 1968, en Francia de "seamos realistas, pidamos lo imposible", con el propósito de reanimar el espíritu inquieto que permitió el avance de la cultura, durante muchos siglos.

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