miércoles, 30 de noviembre de 2011

PREFERENCIA POR EL ESTADO NACIONAL.

Preferencia por el Estado Nacional.

El fenómeno de las turbulencias financieras que sacuden la Unión Europea, así como la ebullición política que se expande por el Medio Oriente, viene a colocar a América Latina en una posición internacional mucho más favorable que tales regiones.

Implícitamente, la crítica realidad de los europeos y de los árabes  musulmanes es un síntoma revelador del fracaso de los esquemas de integración regional.  En el caso particular del panarabismo y el nacionalismo, en boga en la década de 1950,  pone ahora al descubierto su profunda debilidad, dada la multiplicidad y la diversidad de sectores políticos y civiles,  sean  las monarquías, las sectas musulmanas, el integrismo islámico, los cristianos coptos, las tribus, las corrientes seculares y confesionales, el integrismo, el ejército, la juventud, etcétera .  Varios de ellos, otrora  silenciados y con intereses bien específicos, pero que complican  aquel viejo anhelo  de la construcción de la nación árabe unida, postulado  en décadas atrás por el egipcio Gamal Abdel Nasser, entre otros líderes.    

Tampoco resulta halagador el panorama en la Unión Europea, el más completo modelo de integración; pero replicado esta vez. La reaparición por todo el viejo continente de los movimientos ultranacionalistas y neofascistas, quienes apuntalan contra la permisividad jurídica a favor de las migraciones (o movilidades humanas), representa una nebulosa en el avance de la unificación. 

El ataque de Anders Behring Breivik, el noruego que masacró, hace unos meses,   a decenas de personas en una isla de Oslo, aleja la probabilidad de haber sido ejecutado por un demente  inimputable.  En tal línea se dirigen las investigaciones alrededor del incendio en unos apartamentos en Ludwigshafen, Alemania,  donde murieron nueve inmigrantes turcos, entre ellos cinco niños, en 2008, lo cual supone la intervención de los neonazis, quienes han dado golpes contra los judíos rusos.

Las rivalidades étnicas, atizadas principalmente por los ultranacionalistas  en  Gran Bretaña, Dinamarca, Francia, Polonia, Austria, entre otras naciones, forman parte del eslabón xenofóbico, dilatado  por la sociedad europea, todo lo cual baja la moral de la cohesión y la integración comunitaria. Por su parte,  los euroescépticos, antes focalizados en la Gran Bretaña, continúan influyendo en las corrientes de opinión, ya que éstos observan con recelo la pérdida de soberanía de sus Estados nacionales dentro del bloque comunitario. Todo lo cual, se acrecienta con el fenómeno de la “eurodebacle”, incubada por las naciones meridionales europeas, portadoras de desequilibrios macroeconómicos, desempleo, insolvencia e incapacidad de pago frente a  la deuda pública.

Dicho lo anterior,  el bloque comunitario perdió autoridad moral ante la comunidad internacional.  De ahí que los pronósticos sean  reservados alrededor de la continuidad de la unidad monetaria,  hasta ahora asfixiada por  riesgos (o desaciertos)  bancarios y quiebras nacionales.  Ellos  tan pronunciados y similares a algunos  países en desarrollo,  con la excepción de la mayoría de los latinoamericanos  -  éstos menos obsesionados con los ilusorios mecanismos de integración - ,  que llegaron  a alcanzar una  mayor estabilidad y sanidad en su balanza de pagos y estructura de endeudamiento externo, sobre todo en esta última década. 

Tras eso el  Medio Oriente y la propia Unión Europea se contagian entre sí,   erosionados, respectivamente,  por el recrudecimiento de los conflictos políticos y las fallidas medidas para la  recapitalización de la economía y los bancos. Ambas regiones  a  las puertas de  la fase crítica,  sin considerar todavía el deterioro de los intercambios comerciales por la cadena de sanciones contra Siria, Irán y Libia, en su momento,  incluido el peligro que arrastra la seguridad  del abastecimiento del petróleo por parte de los países árabes, lo mismo que de una gama de recursos energéticos, de los cuales Europa es dependiente.
   
Y según sus detractores europeos, la elevada prosperidad de Alemania tiene su origen en la eurozona, por lo que su rol,  en la actual coyuntura, será determinante en lo que respecta a la sostenibilidad del euro.  Aunque  hace poco salieron a relucir los viejos fantasmas de “la doctrina del equilibrio del poder”,  o sea,  la clara irritación de la Gran Bretaña, específicamente por la administración y el control de los riesgos a cargo de la canciller Angela Merkel, en particular,  de  los profundos desajustes económicos y financieros:  una responsabilidad  de los alemanes, la cual, de seguro, provocará  recelos  en las otras economías rectoras de la Unión.
 
Lo apuntado es una reacción esperada, la cual hará escabroso los entendimientos entre los gobiernos europeos, incluido el de Alemania, ya que allí hay fuertes voces, opuestas a que sean rescatados (o indultados) aquellos países dispendiosos y despilfarradores de sus ingresos.    

Razón tiene el líder ruso  Mijail Gorbachov, al manifestar que  “cada nación tiene su propia historia, cultura, experiencia; no se puede pasar por alto eso".  Quiere decir, que hoy  la figura del Estado Nacional  vuelve a resucitar como tal. Los esquemas de integración se desvalorizan, a causa de los pésimos réditos  de la Unión Europea. Y  en esta dirección, los países árabes caminan,  a pesar de la diversidad de sectores y fuerzas políticas, sea  en pugnas o alianzas,  y de la desgracia de los regímenes oprobiosos allí presentes, tales sociedades  han demostrado  también  su vocación  por la solidez  de los Estados Nacionales, guardando distancia de  las renqueantes     ideas  unionistas, de lo cual solo guerras y pobreza heredaron.   

Mientras siga pensando con cabeza propia,  América Latina seguirá teniendo  más porvenir que Europa y el Medio Oriente. Sin detrimento de los progresos de  los distintos sistemas de integración existentes y de la asociación política con los Estados Unidos de América y el Asia Pacífico,  la tesis de la consolidación de los Estados Nacionales debe situarse por encima de los esquemas de cooperación regional,  éstos últimos sujetos a límites de toda naturaleza.  Porque puede ser que dentro de la dinámica de ellos “el pez gordo pueda comerse al  pez pequeño”; falta demasiado por reconocer si esta es  la sombría realidad de la Unión Europea. 

Ronald Obaldía González (opinión personal)

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