domingo, 6 de noviembre de 2011

REZAR Y TOLERAR.

Rezar y tolerar.

Modificar o eliminar  el artículo 75 de la Constitución Política de Costa Rica, mediante el cual se declara del Estado  a la Religión Católica, llegaría a ser un extravío histórico, ya que además de ir en detrimento de nuestros orígenes y convicciones cristianas,  le allanaría el camino a ese ruidoso secularismo, exportado a la región meridional del planeta, por un sector social y político de Europa, dedicado a perseguir la Iglesia Católica y a renegar de las raíces del cristianismo dentro de la cultura del viejo continente.

En parte, esa corriente es la misma que se resiste a reconocer su frustración ante  la decadencia del socialismo marxista, ido a veces de la mano con el existencialismo escéptico y el relativismo oprobioso, que antes amamantaron sus mentores, bajo la consigna de construir “el hombre nuevo”, “revolucionado” en la sociedad colectivista, la cual abandonaba la Fe en un solo Dios, protector de la libertad de consciencia del ser humano, éste concebido como el centro de todas las cosas.   

Frente a la idea de descartar a Dios de la tradición y la realidad europea, transitan también los herederos de los mercantilistas y de los fisiócratas.  Todos ellos son  los actuales precursores del “capitalismo salvaje”, equivalente a  la sociedad de ahora, en la cual se le rinde pleitesía “al becerro de oro”, causante de incertidumbre y sobresaltos en la economía global. Porque en la ideología del lucro y el consumo desmesurados -  tan nefastos como el colectivismo totalitario – descansa la injusticia y la desigualdad social, cuya continuidad contradice el plan salvífico de Dios.  

Es tal la desviación de los círculos que abogan en Costa Rica  por la eliminación del artículo 75 de la Carta Magna, que hasta promueven la eliminación de Dios del Juramento Constitucional. Por eso, hay que preguntarse en qué país creen que viven los esnobistas, que hacen gala de dichos despropósitos (importados). Por supuesto, que  ha de ser positivo identificar sus ambiciones personales y de grupo que, de seguro, nada se relacionan con el bien común y el recto sentido, virtudes en donde justamente ha estado presente la Iglesia Católica costarricense.           

Sin embargo, vale la pena  que hagamos referencia a la tolerancia.  Me parece injusta la discriminación, de la cual han sido víctimas todas las personas homosexuales. Me satisface que sean discutidas ciertas normas legales en el Congreso costarricense, destinadas a legitimar los  derechos de unión voluntario de dos personas del mismo sexo, quienes decidieron en su momento formalizar su vínculo afectivo.   Legislación de tal naturaleza contribuye al crecimiento de nuestro sistema democrático. 

En este caso en particular, la ciencia médica ha demostrado la normalidad del comportamiento homosexual, en él se ha probado la ausencia de alguna patología,  sea autodestructiva o aberrante. Simplemente, se llega al convencimiento de que es un comportamiento sexual, diferente al heterosexual. De ahí que, especialmente, las ciencias sociales estén hoy comprometidas en profundizar todavía más en el concepto de diversidad, que para los propósitos de la Fe, está llamada a entrar dentro de la compasión y la misericordia del Creador.           

Finalmente, entre tantos otros, hay un fenómeno por demás sensible. Así como los creyentes deben defender de manera decidida la Religión Católica como la oficial del Estado costarricense, por justicia, se deben plantear cambios en determinados dogmas del catolicismo, ya que  es insensato que sea censurado (o condenado) el divorcio y el matrimonio civil.    De persistir tales anacronismos en la Iglesia Católica “se le estarán dando alas al animal ponzoñoso” del secularismo y el relativismo anarquista, con intereses transnacionales. 

Ronald  Obaldía González (opinión personal)

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