jueves, 24 de noviembre de 2011

VARIAR LA CAUSA FINAL DE LAS CIENCIAS SOCIALES.

Variar la causa final de las ciencias sociales.
De las flaquezas comunes de las ciencias sociales es su fuerte inclinación por concentrarse apenas en el esclarecimiento de las relaciones de comprensión y de conocimiento (parcial) entre los componentes de una sociedad.  En cuanto a la propuesta y ejecución, como punto de partida para la transformación de la sociedad, hay todavía serias limitaciones en ellas, tanto en la teoría como en la práctica.
Las ciencias sociales arriesgan poco en el planteamiento de los cursos de acción, una herramienta sugerida por la estadística y las ciencias informáticas, que han logrado hacer uso de las fórmulas matemáticas, a efecto de contribuir con la toma de decisiones, sea en cualquier ámbito del conocimiento.
En cambio, las disciplinas y las propias escuelas de pensamiento de las ciencias humanas, parecieran solo apuntar al esclarecimiento de los hechos o de los fenómenos; a diferencia de las escuelas clásicas como el liberalismo político y el marxismo que, a través de sus pensadores, llegaron a lanzarse a la aventura de cambiar la historia. Si bien, el marxismo incurrió en el error del determinismo y el falso dogmatismo,  que suponía, no más,  el inevitable ascenso del socialismo y luego del  comunismo, donde el Estado y la sociedad sin clases iban a quedar suprimidos.
Después de dichas concepciones del mundo que apostaron por “la revolución social”, lo que nos proponen, hasta ahora, la historia, la sociología, la psicología social, la economía y las ciencias políticas  es un apego exclusivo por el método de análisis de los fenómenos, así como el afinamiento de los enfoques, diagnósticos y conceptos.
Sin embargo,  sobrevienen de inmediato las complicaciones, en lo que respecta a fijar visión y  metas “en grande”,  de manera tal que sea transformada la realidad, sobre la base  de los hallazgos o de los resultados exhibidos por  una investigación en particular.  Sobre todo, en cuanto al valor y compromiso de dar respuesta a preguntas claves, intrínsecas en el ser humano, cuando se busca afrontar (o negar)   un contexto que le es adverso, estas son:  “qué hacer, cómo hacerlo y por qué hacerlo”, sea para  modificar, o bien justificar “el estado de las cosas”.
Al leer las informaciones publicadas por el periódico costarricense “La Nación” acerca del último Estado de la Nación,  me queda apenas el sinsabor de los resultados en torno al estancamiento de la pobreza en Costa Rica, el mal desempeño de los partidos políticos, del Congreso y el de varias instituciones públicas, entre otras sensibilidades subrayadas.   Vuelvo a lo mismo, tal estudio, como otros similares, dan prioridad al análisis y la presentación de los resultados de las investigaciones, es el mismo defecto que a mi juicio se repite en la mayoría de las tesis de grado académico y en no pocos libros.
Al momento de dar a conocer  las alternativas de solución a las realidades demostradas, de nuevo persisten las distancias en relación con la debida contestación a las  tres preguntas expuestas líneas arriba. Tal insuficiencia hace fácil la comprensión del déficit de ideas existente en las conclusiones y las recomendaciones de los informes de las ciencias sociales, bastante tímidas en la  oferta o proposición del modelo de  “Estado o comunidad ideal”; o como mínimo, que en un informe de tal envergadura, se pueda especular sobre él, sea con el propósito (aplicable) de lograr que la sociedad costarricense “progrese, mejore, se transforme, se perfeccione”.  
Lo otro es “el criticismo historicista”, la “tendencia” de las ciencias sociales que somete a continuo examen (“crítico”) toda “verdad”, incluidos “los principios del método”. Ello resulta peor, dado que esta escuela “no deja hacer”;  es tan dañina e inmovilista  como el anarquismo y el nihilismo. Quienes la siguen se me confunden con “los serruchadores de piso”.
Por eso, causa frustración que  varias universidades latinoamericanas se empeñen todavía en hacer “del pensamiento crítico” una religión, en vez de inculcar más en los estudiantes el espíritu de solución y  de emprendimiento, un valor que debemos agregar a nuestras ciencias sociales, a favor de su credibilidad,  cuyos precedentes los podemos localizar en Japón, Taiwán, Corea del Sur y hasta en la China Popular, eso sí ausente en  los jocosos escenarios de Cuba,  Nicaragua y Venezuela.
Estoy convencido que dicha filosofía del método del  emprendimiento constituye un aliciente hasta para la salud mental de quienes hacen ciencia social.           
Ronald Obaldía González (opinión personal)

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