jueves, 3 de noviembre de 2011

Una referencia sobre Steve Jobs.


Una referencia sobre Steve Jobs.


Don Arnoldo Herrera, fundador y director del Colegio Castella de Costa Rica siempre mantuvo al margen  de ese centro educativo la burocracia oficial, entorpecedora y narcotizada. Su filosofía y conocimiento avanzado de la educación, así como del espíritu realizador del educando, contrastó con los esquemas formales y restrictivos que buscaban imponerle y que, por supuesto, en buena hora, él desobedeció.
Por eso, dicha institución educativa se transformó en un patrón de enseñanza y aprendizaje, que lo adoptaron otras naciones, por cuanto se hacía énfasis en la libertad, la creatividad y espíritu de emprendimiento de los profesores y sobre todo de los alumnos.
Valga recordar a este insigne educador costarricense, a efecto de sacar a colación la figura del magnate Steve Jobs, genio e inventor de productos tecnológicos, que además de permitir la universalización de la Internet; sus inventos redujeron el tamaño y acortaron las distancias del planeta.  Y de manera específica, vinieron a democratizar la información y transformar la vida de las sociedades. De seguro que guardan silencio quienes aseveran que el sistema de producción de libre empresa carece de rostro humano, a pesar de los negativos ejemplos de la avaricia del Wall Street, difíciles de ocultar también.
El apogeo inagotable de tales invenciones tecnológicas obedece al ambiente de libertad y competencia sana, prevaleciente en los Estados Unidos de América, donde la cultura del empredurismo y la iniciativa individual gozan  de alto tributo y reconocimiento. No es un hecho casual que las universidades estadounidenses ocupen los primeros lugares en gestión e investigación científica, superando con creces las de Europa y las del Japón.
 El talento de los ciudadanos es reforzado en ese país, a través de la creación de oportunidades concretas. Este es el caso particular de Jobs y de Bill Gates, que según ellos mismos manifiestan, estuvieron apartados de la academia, pero la sociedad descubrió su inteligencia y habilidades personales.  Les abrió el camino para desarrollar sus empresas, sin exceso de tramitología.  Es de prever que ellos se libraron de un señor o señora feudal de una oficina pública o de la empresa privada, folklórica al  defender sus privilegios y gollerías, a costa de  que sus colegas no se desarrollen y crezcan, puesto que esto significa a la vez una seria amenaza a sus intereses mezquinos y banales.
Posiblemente, para estos emprendedores estadounidenses hubo créditos blandos por parte del Estado, a fin de respaldar las ideas y la buena voluntad de  convertirlos en agentes de cambio, no solo  dentro de las fronteras de la poderosa nación, sino que permitieron que el propio conocimiento, hubiera sido  transferido a naciones que, precisamente, distan de ser amigas del “imperio”, entre ellas la Venezuela de Hugo Chávez, la Nicaragua (del descarado) de Daniel Ortega y hasta el Irán “demencial”.  
Lo expone de modo correcto el economista Luis Mesalles al resaltar las invenciones de Jobs, pues tal vez parte de los éxitos del científico tuvieron que ver con  la ausencia en su camino “de los serruchadores de piso”, de los “ritualistas del título universitario”,  los indolentes, mediocres y “escaladores sin méritos”; una mayoría de ellos desvividos por nivelar  al mismo piso que ostentan  “los demás”, a quien produce ideas, crea riqueza y se esfuerza, sea desacreditándolo ante las esferas superiores o ideando trabas descalificadoras contra su ímpetu renovador.
Los testimonios de Steve Jobs y de otras personalidades afines deberían ser lectura obligatoria de las autoridades públicas, educadores, empresarios, dirigentes de la sociedad civil, sindicatos, etcétera, para ir cambiando de forma de pensar (Luis Mesalles) y de actuar, todo ello con el propósito de que surjan demasiados Steve Jobs  o hijos académicos del finado don Arnoldo Herrera en el mundo en desarrollo (mental).  

Ronald Obaldía González (opinión personal).

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